viernes, 30 de octubre de 2009

OTROS CIELOS (C)

No es mi costumbre escribir cartas, vos lo sabés muy bien, me resulta absurdo hablarte tan de lejos, y ni siquiera saber si llegarás a escucharme. Pero hoy te separan de mí tal vez más que unos cuantos metros, el cielo de marzo carga ese color liviano que tanto te gustaba, esta vez por ahí otra cosa, como un dibujo tosco que se parece a tu cara, a aquel bote del que se desprendían atisbos de luz azul, justo a esta hora. No sé si justo en realidad, no supe cómo mirar el reloj porque tu figura se veía clara como una ola cortita. Cuánto tiempo habrás pasado allá, del otro lado de este mar que nos separa, los días siempre fueron para mí tu café caliente y adiós. Qué tenías ahí que me hacía extrañarte, nunca supe decirte bien que las noches eran para mí como las cuentan los poetas, un pasillo negro siempre solitario, dos o tres pastillas y unas manos sangrando de ansias, porque cuando asomaban las primeras horas volvías aunque no te tuviera y aquel infierno era un mal lejano, como de otra vida.
Pero no vengo a contarte esto, ya tendré tiempo para hablarlo conmigo. Hoy ubiqué la sillita verde del lado desde el que se ve el sol, allá lejos una superficie azul, no hay nada y todo parece tranquilo, no les creo a mis fugaces alucinaciones, yo sé que no sos vos aquel que viene y va lentamente en su bote, tal vez sea algún marinero perdido, pero imagino que ellos siempre saben cómo volver. Admito que me cuesta bajar la vista para escribir, no suelo hacer estas cosas y es marzo y nada me parece mejor que mirarte, mirar, mirarte las olas suavecitas y nunca poder ver cómo rompen. Los finales no me gustan mucho, así que la ubicación de los árboles y de mi silla es, digamos, ideal.
¿Volviste? Te invitaría a estar por acá, te lo juro, pero pocas veces el cielo se ha tornado así de rosa, no es que me guste tanto ese color y sin embargo queda lindo con el ahora verdoso mar, yo sé que te fuiste porque tenías cosas que hacer, tal vez un trámite en las ciudades, sé que para ustedes los veranos son hermosos y los inviernos algo así como un infierno porque tienen que hacer trámites. Por eso te pregunto si volviste, no es que lo haga porque me interese sino porque me resulta sospechoso, no, no sospechoso, raro, el otoño se deja ya ver en las hojas, y supongo que eso indica que la ciudad te espera, nunca la vi pero imagino que habrá muchos papeles, no hojas, papeles y vos tenés que dibujarlos. Así que no sé por qué podrías volver, claro que si yo fuera vos volvería, siempre volvería a mirar el cielo, o mejor dicho nunca volvería, porque nunca me iría.
Solías abrazarme y yo lloraba, tal vez me apretabas demasiado, y leíamos mucho sólo para reírnos de que leíamos mucho, porque nunca entendíamos aquella filosofía. Supongo que te acordarás de esas cosas, de hecho te llevaste algunos libros, aunque seguramente no te harán reir.
¿Te dije alguna vez lo hermoso que puede llegar a ser el cielo según desde dónde lo mires? Yo creo que se ve perfecto desde esta sillita verde, no sé cómo hace pero me trae tu risa, quizás porque ya está haciéndose real, no quiero arruinarte la sorpresa, pero es muy visible tu botecito gris, y reconozco tu silueta desde lejos pero no me saludes con la mano porque aún no puedo verla. Qué lastima dejar la sillita verde, aunque supongo que desde tus brazos se verá mejor el cielo. Y qué bueno que vuelvas, porque ahora que te veo sé que no sabía dónde estabas, aunque te hubiera buscado, sabés, para darte esta carta.

Seudónimo: Opus 37/ii G

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