martes, 20 de octubre de 2009

CORREDOR CAZADO (A)

En el pequeño pueblo de Lingard, se desató una persecución de autos en la que todos los corredores fueron atrapados, menos uno. Mi nombre es Roberto Glend, y soy detective de la ciudad de Mabritz. Me fue asignado este caso, y me estoy concentrando más que nada en el asesinato de uno de nuestros agentes encubiertos, que socializaba con los corredores más importantes de la ciudad. La noche después que me dieron los papeles del caso, no pude dormir, ya que las declaraciones de testigos no conducían a sospechosos. Para mi suerte, llegó el día. Fui a la madrugada a ver las evidencias recolectadas por nuestros investigadores: había una patente, unos vidrios rotos y unos dados colgantes de esos que se ponen en los espejos retrovisores. Decidí comenzar con la patente. Ingresé el código: FKL 157 BA y me apreció ALICIA D. BROOK; MERCEDES CLK 500. Luego, fui a buscar su legajo y me pasé todo el día leyéndolo. Al otro día, fuimos con mi compañero Jerónimo al bar donde comía Alicia, y la arrestamos. Después de la interrogación en la estación de policía, vimos que ella no era la culpable: la patente era prestada. Alicia nos contó que un hombre llamado Ricardo, el corredor más buscado de la ciudad para nuestra sorpresa, le había prestado la patente, y nuestros investigadores cambiaron el legajo de la patente sin saber que era una trampa. Entonces, fui a ver a Jorge, el mecánico de la policía, a quien le entregué los vidrios encontrados. Tardó una semana en decirme qué tipo de vidrios eran. Mientras tanto, el caso se atrasaba. Luego de tanta espera, me dijo que esos vidrios eran desconocidos para él y que tenían una capa dorada y arriba otra azul, como si estuvieran listos para cambiar de color. Como no me dio resultado la pista, proseguí con los dados colgantes. Me dirigí a Raquel, una médica forense y le entregué la evidencia. Después de unos días, me dijo que las huellas digitales coincidían con el ADN encontrado en un pelo encontrado en el piso donde fue hallado el muerto (el agente encubierto). Se trataba del tal Ricardo. Obviamente, sería difícil atraparlo, porque es el más buscado de la ciudad. Esa noche dormí tranquilo, ya que el caso se había cerrado, pero no sabía que dentro de unas semanas Ricardo sería atrapado en una persecución. Cuando recibí esa noticia, pedí la detención y confesó que había matado al agente para que no lo culparan y que le ´´prestó´´ la patente a Alicia para que pensáramos que ella era la asesina. Todo gracias a Raquel, la cooperación de Alicia, y, bueno, Jorge también ayudó un poquito. Para finalizar, puedo decir que me ascendieron a jefe de distrito y que Alicia se convirtió en agente, y, por consiguiente, limpiaron su legajo.

Seudónimo: LALO CURA.

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