viernes, 30 de octubre de 2009

MALDITA PERFECCIÓN (B)

Cuando era chica siempre me gustó bailar. Me encantaba moverme al ritmo de la música –de cualquier tipo- mientras me divertía y me reía. Por esos días, era solo un pasatiempo. A lo largo de los años se convirtió en algo más que solo un pasatiempo.
Estoy caminando por las calles, hace mucho tiempo que no volvía a casa. Había tenido un sueño muy raro, donde una mujer esquelética me hablaba. Ella solo me susurraba: -¿Vas a abandonar todos tus sueños? ¿Todo lo que lograste? Ser princesa no es fácil. Lo que ahora parece un sacrificio, va a ser el mayor logro de tu vida. La perfección está cerca, solo depende de vos. No me abandones. Nunca serás perfecta si lo haces.
Esas palabras revolotearon mi mente toda la mañana. Sabía a que se refería. Sabía quien era esa mujer. Ella tenía razón. Cada día estaba más cerca de la perfección, tenía que perseverar.
Suena el teléfono. –Mamá…- antes de que pudiera terminar de hablar, ella empezó a gritar. –¿Dónde estás? ¿Qué estas haciendo?- Ella siempre tan sobreprotectora. –Estoy bien. No me pasa nada. No entiendo por qué te preocupás tanto. - Desde que saliste del hospital, es necesario vigilarte. No le tengo fe a los doctores, y menos a vos.
-Mirá, no importa, estoy bien, OK? Chau.
Era complicado hablar con mi madre. Ella y su sobreprotección interfieren TODO EL TIEMPO. Ella solo quiere lo mejor para mí… Pero ella no sabe que es lo mejor para mí.
Llegué al estudio, cansada como siempre. Para colmo, tenía que soportar al coreógrafo y su mal humor de todos lo martes. El ‘ensayo’ (si así se le puede llamar a una hora y media de pliè y rèleve) se pasó muy lento. A veces me cansaba tanto él, pero era el jefe, él mandaba.
La gente me dice que me tomo muy a pecho mi ‘trabajo’, pero es que AMO lo que hago. Y en lo que hago, hay que ser princesa. Solo hay bailarinas hermosas y perfectas.
Llegué a mi casa, mi mamá me esperaba. -¿Qué pasa ahora…?
-Encontré todo el desayuno y el almuerzo en la basura. ¿Creés que no me iba a dar cuenta que volviste a hacerlo? –Estaba enojada- Me cansé de todo, te vas!
-¡No te alteres! ¿No entendés que soy bailarina clásica? ¡Es por trabajo!
-Estas enferma psicológicamente. No sé para qué te eduqué si al final sos como cualquiera de esas tontas superficiales. ¡Pensé que ya no tenías esos problemas!
-Sos la menos indicada para hablar de esto,¡y lo sabés!
-Cuándo tenía tu edad, no tenía a nadie que me diga que estaba enferma. Desde los 7 años te digo que no te tomes todo tan a pecho. Además, no entiendo, ¿Por qué volviste a la misma historia, al mismo círculo vicioso?
-1ro: no estoy enferma, es mi manera de vida. 2do: Y no es un círculo vicioso.
-Me cansé de vos. Te amo pero no lo puedo soportar. Por favor, andate
Me fui hacia la casa de mi papá. Siempre que discutía con mi madre iba allí. – ¿Pá?
-Pasa Agus, ¿que pasó? ¿Otra vez discutiste con Bianca?
-Ella y sus locuras. Pasame un cigarrillo.
Mi padre era uno de los peores padres del mundo, según todas esas revistas tontas para padres. Para mi era el mejor.
-Vos sabés que mientras vos estés feliz, yo lo estoy. Pero la vida no se trata de solo danza, cigarrillos y no comer, ¿Sabías?
-Si me estás queriendo decir que me consiga un novio o una amiga, lo siento, pero es imposible. Estoy demasiado loca para la gente normal. Y no voy a dejar de fumar, es la única forma para ocultar el hambre.
-Lo de fumar es otro tema, vos ya sos mayor, tenés que tomar tus propias decisiones. Y no creo que estés loca, solo no te abrís a los demás.
-Como sea, me voy a dormir. Buenas Noches.
Al otro día me levanté, y todo siguió normal. Y al otro, y al otro. Siempre peleando con mi madre, que continuamente me llamaba enferma. Y con mi padre, que es el único que me acepta como soy. Cada vez comía menos, se sentía genial volver a como era antes, la perfección se acercaba. Cada día la balanza marcaba un número menos, y tan solo eso me daba fuerzas para seguir. Aunque el espejo no me devolvía la imagen que yo quería, estoy segura que pronto podré verme y sonreir. Mi vida continuó rutinariamente hasta el 11 de octubre.
Era como cualquier día normal, me levanté. Ese día me sentía un poco mal. Veía todo negro. Comí. Poco pero lo hice. Probablemente me arrepintiera. Pero prefiero que la culpa me torture a desmayarme y que mi madre me interne de nuevo.
El ensayo como siempre. Estábamos practicando unos jetés, nada nuevo. Lo único que me acuerdo es que salté, caí y sentí el frío piso bajo mi piel.
Estaba en el hospital. Mi madre me miraba preocupada. Ya sabía lo que venía.
-Sos una estúpida! Te dije que no hicieras nada, te podrías haber muerto! Ya es la segunda vez que pasa!
-Estoy bien, mamá, estoy bien.
-¿Es lo único que sabes decir?
Entró el doctor y le dijo a mi madre que mantuviera la calma. Mi madre solo dijo:
-Ahora, la interno acá, y hasta que no vuelva como una persona normal NO SE VA DE AQUÍ. No importa cuánto tenga que pagar.
Mi madre dijo eso y se marchó. No sé qué iba a hacer.
Me pasaba los días en el hospital. Noelia es mi compañera de habitación. Ella no entendía como es que me negaba a comer. Ella era muy madura para su edad. Tenía apenas 12 años, pero se comportaba como una adulta. Me dijo que sufría de Progeria, una enfermedad de envejecimiento prematuro, y que en cualquier momento se podía morir, y que por eso aprovechaba cada día de su vida. Me dijo que era muy estúpida al querer ser perfecta, porque la perfección no existe. Que solo disfrute de la vida, que me estaba destruyendo. Bah. Qué sabe ella.
Obviamente, me seguí negando a comer, o si como, lo vomito. Nada cambió. Todos los días trato de escapar. Ayer fue un día de esos, y obviamente fallo.
Pero hoy, 20 de octubre, fue diferente. Decidí vestirme y salir por la puerta principal. Cuando crucé aquella puerta corrediza sentí la libertad. Me sentí…feliz, supongo. Pero la libertad no siempre es buena. No lo era. Y luego de la felicidad, vino la tristeza. Se me cruzaron las palabras de Noelia. Ella tenía razón. A los dos segundos, estaba en el piso. No podía respirar. Maldita libertad. En ese momento entedí que todo lo que pensaba que era perfecto me estaba destruyendo. Maldita perfección. Pero fue demasiado tarde.
Lo único que sabía es que estaba de nuevo en la habitación, y me estaban haciendo miles de cosas que no entendía. Mi madre lloraba. Mi padre también. De repente, fui perdiendo el conocimiento.
La vida te enseña muchas cosas, de cada error que se comete algo se aprende. Lamentablemente, yo aprendí de todos mis errores tarde. Perdí mis sueños, mis padres, mi pasión. Perdí mi vida.
Luego, cerré los ojos, y me sumí a un sueño profundo. Uno del cual nunca me iba a despertar.

Seudónimo: Jennifer Wilson

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