jueves, 19 de noviembre de 2009

Ceremonia de premiación

Queremos agradecer la presencia de los chicos y sus familiares y amigos en la entrega de premios del Concurso Literillia.

Los esperamos nuevamente el año próximo.

Silvia y Cecilia

lunes, 16 de noviembre de 2009

FELICITACIONES A LOS GANADORES

P O E S Í A (de la imagen a la palabra)

Poesía A
Mención. “Enredadera de amores” de Sofía Sáenz (1º 3ª)

Poesía B
Mención. “Y pasó” de Angélica Espinel (2º 1ª)

Poesía C
1er. Premio. “Pequeña égloga del hombre y la muerte” de Joaquín Galindo ( 4º1ª)

Mención. “Olvido” de Gonzalo Zapico (6º4ª)


C U E N T O (tema libre)

Cuento A
1er.Premio “La vara de Crowhard” de Agustín Prinetti ( 1º 1ª)

Mención (compartida)
“La guerra desde los ojos de un joven” de María Clara Mondo (1º 3ª)
“Guli” de Pilar Di Paola (1º1ª)

Cuento B

1er.Premio “Escaleras al cielo” de Vicente Armendáriz (3º1ª )

Mención. “Abismo “ de Julián Martín Denuncio ( 3º1ª )

Cuento C
1er. Premio. “Javier “ de Guido Rumitti (5º1ª)

Mención (compartida)
“Un nuevo presente” de Joaquín Galindo ( 4º 1ª)
“Otros cielos” de Paula Fernández Vega ( 5º4ª )

sábado, 14 de noviembre de 2009

PREMIOS LITERILLIA 2009 Categoría A

Poesía A
1er. Premio Desierto

Mención. "Enredadera de amores" (Serafina) “Enredadera”


Cuento A

1er. Preimio "La vara de Crowhard" (Skyblissful)

Mención compartida
"Guli" (Martina Martínez)
"La guerra desde los ojos de un joven" (Wonder woman)

jueves, 12 de noviembre de 2009

INVITAMOS A TODOS A LA CEREMONIA DE PREMIACION

Las distinciones se entregarán en el teatro del Colegio el jueves 19 a las 17. Se leerán los textos premiados y otros recomendados por las jurados.
Los esperamos

PREMIOS LITERILLIA 2009 Categoria B

Poesía B

1er. Premio Desierto

Mención. "Y pasó " ( Pichicho ) Pelota


Cuento B

1er.Premio "Escaleras al cielo" (Efmamjjasond)

Mención. "Abismo" (Snoopy)

PREMIOS LITERILLIA 2009 Categoria C

Poesía C

1er. Premio." Pequeña égloga del hombre y la muerte" (Marrapodi) Muerte

Mención." Olvido " (El último hombre de traje) Campanas


Cuento C

1er. Premio. Javier ( Sueños de un hombre despierto)

Mención compartida
"Un nuevo presente" (Heydar Aliyev)
"Otros cielos" (Opus 37/ii G)

martes, 3 de noviembre de 2009

EL SUEÑO DE LOS SUEÑOS (B)

Estaba recostado en mi cama a punto de dormirme. Ese día había sido agotador, el ensayo de nuestra obra, que hacíamos todos los años en el colegio, duró más de lo normal. Todo por el simple hecho de que Alan, mi hermano de quince años, se pasó las cinco horas del ensayo hablando con sus “chicas”; y que Ignacio, mi hermano mayor de diecisiete años, había querido incorporar un traje de pirata a la obra. Cuando por fin emprendíamos el viaje de regreso, mi hermanito Nicolás se pasó todo el camino insistiendo en ir a una juguetería.
Estaba a punto de caer en un profundo sueño cuando Tomi, mi perrito, apareció en mi habitación. Me senté en la cama y lo acaricié. Pude notar que estaba sangrando, pero no sabía de dónde salía esa mancha roja de su cuerpo. Mientras lo revisaba él ladró una vez y salió rápidamente de mi dormitorio.
-¿Tomi?-murmuré siguiéndolo. Cuando salí del cuarto no lo encontraba por ningún lado.
Todo era muy extraño, las paredes ahora eran rojas y había muebles nuevos en la casa. Oí un gruñido proveniente de la habitación de mi hermano y me acerqué allí. Abrí la cerradura de la puerta. Al entrar descubrí a Alan con un montón de chicas en un hidromasaje cubierto de chocolate. ¿Qué hacía a las tres de la mañana con tantas mujeres? O aún peor… ¡¿Qué hacía cubierto de chocolate?!
-¿Alan?-pregunté rascando mi nuca, confundido.
-¡Franco!-dijo cuando me vio-¿Qué haces en mi sueño?
-¿Tu sueño?-Eso explicaba muchas cosas-¿Puedo meterme en los sueños de las personas? ¡Eso si es increíble!
-Si, genial-estaba algo molesto-Ahora vete antes de que esto se convierta en una pesadilla.
-Bueno-dije sonriente. Miré a todos lados recordando lo que buscaba-Espera, ¿has visto a Tomi?
-¿Por qué tendría que haberlo visto?-me encogí de hombros-Estás en mi sueño, ¿recuerdas?
Salí del cuarto de Alan y vi a mi perro corriendo por el pasillo. Esta vez entró en la pieza de Ignacio. Lo seguí, quería saber con qué se había lastimado. Al entrar a la habitación vi un inflable para niños con forma de barco. Mi hermano estaba arriba de éste con un traje de pirata comiendo pizza. Yo estaba muy confundido, todo eso era muy loco. Por cómo hablaba con un loro Ignacio me di cuenta de que era su sueño.
-¿Nacho? ¿Qué haces con un traje de pirata comiendo pizza?-cuestioné confuso.
-¿Tú que crees?-preguntó como si la respuesta fuera muy obvia. Yo me quedé callado-No me dejaron usar el vestuario para la obra. En algún momento tenía que hacerlo-Nacho me miró entrecerrando los ojos-Un momento… ¿Cómo entraste tú aquí?
-Por la puerta, ¿tú que crees?-traté de molestarlo cuando usé su misma pregunta.
-¿Mi sueño tiene puerta? ¡Oh! ¡Nunca la había visto!-no podía creer que mi hermano fuera tan estúpido. Bajé mi mirada al piso mientras negaba con la cabeza-¡No puedo creerlo! ¿Me la enseñas?
-Otro día-solté una risita-ahora tengo que buscar a Tomi. ¡Adiós!
-¿Tomi? Acaba de arrojarse al mar-señaló una pileta que había al lado del barco-Es que no quiso traerme pepinillos, caminó por la tabla-dijo entusiasmado.
Me despedí de mi hermano y salí de allí, riendo para mis adentros, eso era fantástico. Me di cuenta que el color de las paredes había cambiado nuevamente. Sabía que tenía que buscar a Tomi, pero definitivamente quería ver de que se trataba el sueño de Nicolás, además, por ahí mi perro se había ido para allí. Fui medio corriendo, medio caminando hasta la habitación de mi hermano menor. Se escuchaban ruidos, como si se estuvieran cayendo, o rompiendo, cosas allí adentro. Atravesé el umbral de la puerta preocupado
-¡Nico! ¡¿Que has hecho?!-grité al ver un montón de robots gigantes.
-¡Franco! ¿Qué haces aquí?-me preguntó enfadado- ¿Por que no te metes en tus propios sueños, hermano?
-Nico, ¿estamos en una juguetería gigante?-le pregunté mirando de reojo el lugar. Las cosas se movían por todos lados, y mi hermanito estaba sentado en un gran trono.
-Si, hasta hace un momento lo era-frunció el seño-¿Tú qué ves?
-Una gran juguetería-respondí con una sonrisa-¿Qué ves tú?
-Lo mismo-rió-Ahora sal de aquí, o mis robots te llevarán-me miró desafiante.
-Nico, debo buscar a Tomi. ¿Lo has visto?-jamás observé a mi hermano porque estaba concentrado en mirar todo el espacio, estaba asombrado.
-Eh…no, pero te puedo ofrecer esto-sacó un objeto de su bolsillo. Me lo extendió para que lo tomara, y así lo hice-Es un Tomi miniatura, es el último que me sobra. Quédatelo si quieres.
-Gracias-musité con sarcasmo guardándolo en mi bolsillo.
Me fui del cuarto de Nicolás decidido en encontrar a mi perro. Sin embargo quedaba una habitación más a la que quería entrar. La de mis padres. Así que me dirigí hacia allí.
Pero cuando crucé la puerta nada había cambiado en el cuarto. Los dos se encontraban sobre la cama durmiendo. La única diferencia a una noche normal era que sobre sus cabezas colgaba una nube, como las de los globos de pensamiento de las historietas, con diferentes paisajes. Toqué una de esas burbujas y, de repente, estaba en una playa. Mi papá estaba tomando sol mientras unas chicas lo abanicaban. Tuve una pequeña charla con él para luego saltar al cuarto de ellos.
En ese momento no quería ver el sueño de mi madre. ¡Quién sabe con qué me encontraría! Por eso caminé rápido hacia fuera, ya estaba algo cansando. Opté por ir a buscar un vaso de agua antes de acostarme. Cuando llegué a la cocina había un gran reloj en la pared. No le hice caso y abrí la heladera. A penas miré hacia adentro de ésta hallé muchísimos relojes y ni rastro de comida. Grité espantado cuando todos empezaron a sonar al unísono, como mil despertadores haciendo ruido a la vez.
De pronto, abrí mis ojos despertando de esa situación. Estaba en mi cama, sano y salvo. Pegué un salto para levantarme cuando vi a mi perrito ladrando ahí. Empecé a juguetear un ratito con él, estaba contento.
Algo me pinchaba la pierna derecha. Metí mi mano en mi bolsillo y saqué un pequeño juguete, una miniatura de Tomi. Abrí los ojos sorprendido… “¿Cómo?” pensé “¿No estaba soñando?”

Seudónimo: Marta Legrind

MOLUSCES, el destructor de monstruos (A)

Molusces era uno de los chicos más importantes del pueblo Azul del Cielo. El vivía con su familia en una pequeña casa hecha de paja y barro. Vivía ayudando a su padre a cuidar los llamellos (grandes bestias parecidas a los camellos pero con una cola mucho más larga), que luego eran vendidos en el mercado del pueblo.
Él era muy parecido a su padre en lo físico, tenía el mismo lunar negro justo debajo de la oreja derecha, también poseía una pequeña mancha de nacimiento en el pie izquierdo, como la de su padre.
A él le gustaba una niña una temporada de lluvia menor que él, que tenía el pelo muy largo que le llegaba hasta la cintura y se lo ataba con dos largas trenzas con las que jugaba siempre que no tenía nada que hacer.
Molusces quería impresionar a Jai-Jun, la niña de trenzas largas. Así que decidió ir a buscar a “Mulics”, el temeroso, cortarle uno de sus cuernos y regalárselo demostrándole su valentía.
El monstruo tenía un aspecto horrible, dos cuernos en vez de orejas, una joroba y dos enormes piernas en las que los bichos depositaban sus huevos y él, cuando nacían los huevos, los alimentaba con la cera de sus cuernos. El temeroso vivía en una cueva en el sur de la montaña Pic-Pic, en donde los ciudadanos de Azul del Cielo sepultaban a sus muertos.
El día en que los niños cumplían 17 temporadas de lluvias se los enviaba al bosque para que cazaran al Moscul, un animal pequeño, pero muy fuerte y rápido, lo que lo hacía difícil de cazar. Si no lo lograban no los dejaban ir a pelear a las guerras (en ese tiempo era un honor poder ir a las guerras ya que representaba audacia y valentía).
Molusces había vivido 23 temporadas de lluvias, pero el día en que le había tocado a su hermano menor ir a cazar al Moscul decidió ir en busca del Mulics. La hora en la que Molusces salió en busca del Mulics, Lits, su hermano, ya estaba a medio sol de viaje.
Molusces había estado medio sol subiendo por la montaña en donde su abuelo había sido sepultado por sus padres. En cuanto llegó a la cima del Pic-Pic, se encontró con la cueva vacía. Entonces pensó que el monstruo había salido a cazar, por lo tanto decidió buscar otra cueva cercana y pasar la noche porque los Mulics comían una vez cada 400 soles así que no era una buena opción atacarlo antes de que comiera porque lo podría atacar y devorar.
En cuanto salió el sol, Molusces salió temprano y se ocultó en un lado de la cueva, esperando a que el monstruo despertara.
En cuanto el gigantesco salió, él se le abalanzó y, con el cuchillo de gran filo, le cortó uno de los cuernos y lo guardó en su pequeña mochila hecha con piel de llamello. Luego le clavó su pequeño cuchillo en el medio del cuello, lo que lo hizo desangrar y fallecer.
Molusces salió corriendo apenas se dio cuenta de lo que había hecho. Corrió y corrió sin detenerse ni siquiera para tomar agua.
Corrió tanto que pisó una serpiente muy peligrosa, ésta, al asustarse, lo mordió tan fuerte que un chorro de sangre le comenzó a salir.
En cuanto se dio cuenta de lo que había sucedido se detuvo a la sombra de un árbol esperando su sabido fin.
Con sus últimas fuerzas, Molusces vació el cuerno y depositó en él unas cuantas flores que había conseguido arrancar del suelo. Y dejó inscripto en el cuerno una frase que decía:
“Mi querida Jai-Jun, sé que algún día podremos estar juntos, tanto en el cielo como en la tierra siempre te amaré
Molusces”

Seudónimo: "El destructor"

domingo, 1 de noviembre de 2009

¡GRACIAS A TODOS POR PARTICIPAR!

Pronto publicaremos los ganadores. Lean y elijan ustedes a los favoritos de cada categoría. Esperamos sus comentarios

Silvia y Cecilia

ZELANYA, la heroína de Capusotikay (A)

Hace mucho tiempo, en un pueblo de las Tierras Fértiles llamado Capusotikay, vivía una niña de largas trenzas y ojos como esmeraldas llamada Zelanya. Esta niñita era como cualquier otra niña de nueve años de su aldea. Se levantaba todos los días a la salida del sol, jugaba todas las tardes con sus amigas, amaba el sol y la naturaleza y vivía como todas las personas de su pueblo. Pero Zelanya estaba destinada a una vida diferente de la de una esposa y ama de casa; su vida estaría llena de misterios y aventuras. Ahora les voy a relatar como se convirtió en la heroína de tantos pueblos.
Todo empezó un día cuando Zatya, el jefe de la tribu vecina, les declaró la guerra porque alguien había raptado a su esposa, Zafriya, y él pensaba que había sido la tribu de Capusotikay. Ellos no habían sido pero, ¿Cómo decírselo a Zatya y que les creyera? Para ello necesitaban pruebas, pero, ¿Cómo conseguirlas si no sabían dónde buscarlas?
Zelanya, que lloraba desde que su padre había ido muy enfermo a la guerra, buscaba la forma de solucionar este problema antes de que su padre muriera. Entonces pensó, “Y si voy yo a buscar a la esposa de Zatya, tal vez así la guerra termine y papa pueda volver.”. Muy convencida con estos pensamientos, Zelanya pensó y pensó hasta idear un plan para salvar a su padre. Empacó comida, una soga y un cuchillo para el viaje y sin decir nada se fue hacia el bosque.
Caminó durante tres días y tres noches sin encontrar rastro de Zafriya. Acampó bajo los pinos del bosque, comió las bayas y friyes que encontraba en el camino para ahorrar comida para después y tuvo los cinco sentidos atentos a cualquier señal de Zafriya.
Al cuarto día de caminar, ya convencida de que no encontraría nada, vio en un pino plumas de Gonión. Al principio pensó que por allí vivía uno, pero después recordó que los goniones vivían solamente en la ciudad. “Por fin” pensó Zelanya, esa era la pista que ella estaba buscando. Luego miró con asombro los árboles de la zona, había un camino marcado con plumas de goníon. “Al parecer Zafriya es más lista de lo que sus secuestradores piensan”, pensó y se le escapó una sonrisa.
Zelanya siguió el camino de plumas hasta el atardecer. Fue entonces cuando descubrió una cabaña. Pero como ya había atardecido, muy habilidosamente se trepó a un pino, se comió las friyes que todavía le quedaban y se quedó dormida.
Al otro día, vio desde el pino a dos personas en la puerta de la cabaña, un hombre desconocido y Zafriya. Entonces, Zelanya agudizó el oído.
-Tengo que ir por leña, tú quédate aquí- dijo el extraño
-Sí, Yutiza- le respondió Zafriya.
-Excelente- fue la respuesta de Yutiza, que tras decir estas palabras se internó en el bosque, lejos de Capusotikay.
Cuando Yutiza se alejó de la cabaña, Zelanya se bajó del árbol y fue a ver a Zafriya.
-¿Quién eres?- le preguntó.
-Zelanya., vivo en la aldea de Capusotikay. he venido a rescatarte- le contestó Zelanya.
-No puedo irme de aquí-
-¿Por qué no?-
-Si me voy Yutiza me matará a mí y a Zatya-
-Tengo una idea.-le contestó Zelanya y sacó una cuerda de su bolso -hagamos con esta soga una trampa, cuando Yutiza vuelva quedará colgado de este árbol- ella señaló el pino en el que había pasado la noche.
-¿Y después lo matamos?-
-Como usted desee-
-No me gustaría tener que matarlo, llevémoslo como prisionero y que después Zatya decida qué hacer con él-

Entonces, Zafriya y Zelanya prepararon la trampa. Con la soga y el cuchillo que había llevado Zelanya. Yutiza volvió con leña, caminando muy tranquilo sin percatarse de que tenía una trampa frente a él, siguió caminando y ¡zas! Quedó colgado de la pierna derecha. Zelanya lo bajó del árbol, no sin antes haberle atado las manos, mientras que Zafriya desempacaba la comida de la cabaña y la empacaba en el bolso de Zelanya. Cuando terminaron, empezaron a caminar por el bosque hacia Capusotikay.
Cuatro días después, los viajeros llegaron a Capusotikay y fueron a buscar a Zatya. Apenas vio a Zafriya tiró su hacha y fue corriendo hacia ella, llorando ambos de la emoción.
Zatya declaró la paz a Capusotikay, además de regalarle a Zelanya un collar con el emblema de heroína del pueblo, el mayor honor que le podía dar por su valentía. Yutiza fue rebajado a esclavo de Zatya.
Zelanya volvió muy feliz a su hogar con su familia, sobre todo porque su padre se había recuperado de su enfermedad y otra vez podía jugar con ella, pero no faltaría mucho para que Zelanya volviera a vivir una aventura, pero por hoy ya estamos bien de cuentos.

Seudónimo : Lyra

UNA HISTORIA DE DOS (A)

Esta es la historia de dos arqueprumiffes, una mujer y un hombre, llamados Armica y Levoss. Seres bajitos, de largos brazos, con cabello enrulado, ojos verdes que les permitían ver en la oscuridad. Estos dos jóvenes nacieron en la época en que su pueblo, Los Sinfines, era gobernado por el temeroso brujo Umari, al cual ni la poderosa bruja Kiwil podía derrotar. Este malvado hechicero estaba destruyendo el Bosque Lejano, lugar donde habitaba el pueblo de Los Sinfines.
Cuando nacieron la bruja Kiwil dijo que ellos eran los “elegidos” para derrotar a Umari. Por lo cual el malvado brujo los hechizó haciendo que cada vez que los niños vieran un animal herido, se volvieran duros como las piedras. Por esta maldición, Armica y Levoss no podían cumplir la costumbre de los arqueprumiffes en la guerra. Para los que no conocen esta tradición, les contaré un poco. Como los habitantes de Los Sinfines eran seres amantes de los animales y pacifistas, no iban a las guerras a luchar, sino que todos los arqueprumiffes mayores de quince años iban a curar a los animales heridos durante la batalla.
Aunque todo el pueblo de Los Sinfines se sentía asombrado por la predicción de la bruja del pueblo, luego de un tiempo nadie lo puso en duda. Armica y Levoss eran dos pequeños arqueprumiffes llenos de alegría y sueños, a los cuales el Brujo Umari quería matar para que no cumplieran con su misión. Trató una y otra vez de destruir a sus enemigos pero no lo logró, los jóvenes arqueprumiffes lograban escapar de cada trampa mortal con agilidad, inteligencia y destreza.
Ahora que saben más sobre estos dos habitantes especiales del pueblo de Los Sinfines, podré contarles el momento tan esperado, cuando lograron cumplir su misión, lo que los convirtió en los héroes del pueblo de Los Sinfines.
Con tan sólo diecisiete años, Armica y Levoss se habían enamorado y estaban comprometidos. Un día en el que fueron a pasear por el bosque, se encontraron frente a frente con su gran enemigo, el temible Umari; éste, cansado de tantos intentos fallidos, quería terminar con aquellos seres personalmente.
Se cuenta que aquel día en el que se enfrentaron los dos arqueprumiffes y el malvado brujo, en el cielo estaban presentes el Sol y la Luna, los dos en el mismo momento, en el mismo cielo.
Tras una difícil batalla en la que el Brujo lanzaba tales hechizos hacia la joven pareja, los dos juntos se ingeniaron para lograr esquivarlos y terminar de una vez con el destructor de Los Sinfines.
Cuando la guerra terminó, los jóvenes arqueprumiffes lograron cumplir su misión, devolviendo la paz y armonía de su pueblo.
La leyenda dice que Armica y Levoss nunca quisieron contar cómo lograron destruir al brujo Umari. Por más que muchos arqueprumiffes les insistieron, ninguno de ellos nunca contó nada. Y es así como hoy en día es un misterio.
Terminada la batalla, la pareja fue reconocida como los héroes unidos reconquistadores de la paz.
Armica y Levoss se casaron y tuvieron dos hijos: Azor y Matt. Murieron los dos el mismo día, en el mismo momento, como todo arqueprumiff, feliz y en paz.
Y bueno señores, esta ha sido la breve historia de dos habitantes del pueblo de Los Sinfines que, juntos, con valentía, afrontaron su misión y lograron cumplirla con pleno éxito.
Este mensaje va para todos, porque todos tenemos una misión en este mundo. Nunca se rindan, sean como Armica y Levoss, que por más que podían morir en su misión, vivieron su vida llena de sueños y alegría, siempre con esperanza y amor. Que los obstáculos no hagan que se rindan, porque luego de un duro “viaje” nos encontraremos con algo hermoso que valió la pena.

Seudónimo: Maggie Mo

TAMARA Y EL MONSTRUO (A)

Su nombre es Tamara. Es la hija del guerrero Cluster y la bondadosa Sonia. Tiene dos hermanos, Wilén y Matías. Ha vivido solamente ocho temporadas de lluvia y ya se ha ganado el cariño de todo el pueblo “Azul del cielo”. Su familia, los Wailés, son muy reconocidos en el pueblo, ya que Cluster ha luchado en más batallas de las que se pueden imaginar y Sonia es una de esas personas que siempre ayudan al otro.
Tamara es una niña muy curiosa, y siempre está explorando lo que puede. Siempre acompañada por sus hermanos, busca tener emocionantes aventuras, y gracias a la imaginación que tiene, no le molesta buscarlas en el mismo jardín de su casa. Viste la ropa típica de su pueblo: telas que cubren todo el cuerpo, alpargatas y hermosas vinchas floreadas.
No está de más decir que, naturalmente, Tamara adora los animales, las plantas y todo lo que tenga que ver con la naturaleza. Por esta razón, realiza sus tareas bajo la sombra de algún árbol, rodeada de pequeños animales. ¿Y cuáles son sus tareas? Las de cualquier mujer de “Azul del Cielo”, tejer mantas, colorear telas y recolectar frutos.
Como se sabe, en invierno aparece un monstruo que anuncia la llegada de la nieve con un intenso aullido…
Tamara ha ido en busca de este monstruo por varios años, y un día, tuvo la oportunidad de verlo en frente suyo.
En realidad fue una casualidad…
Tenía ella 5 años, estaba explorando las dunas que quedaban cerca de su hogar. Era en realidad la primera vez que salía de aventura y, por supuesto, estaba acompañada por sus hermanos. Era ya la cuarta semana de invierno, y de la nada, se escuchó un aullido que pareció haber estremecido al mundo entero. Matías inmediatamente pensó en el monstruo, y, como le habían advertido no acercarse, habló a sus hermanas y dijo: -“Me han contado sobre un monstruo que aullando, avisa la nieve, y me han dicho que me alejara de él, ya que es muy peligroso…” Tamara, deseaba ansiosamente ver en persona a esa leyenda de sus antepasados, aunque comprendió lo peligroso que era acercarse. Pero cuando se dio cuenta, su pequeña hermana Wilén había desaparecido.
Ella y su hermano buscaban desesperadamente, cuando se escuchó otro estremecedor aullido. No tenían alternativa, debían ir en busca del monstruo, pues donde él estuviera, estaría su hermanita.
Poco tiempo tardaron en encontrar a Wilén, pero junto a ella había un animal-humano tan horrible que asustó a Matías, que era un hombre muy valeroso.
El monstruo era jorobado, con cejas gruesas, y ojos de gato, tenía colmillos y uñas filosas, y ¡su piel era verde!
En ese momento, Matías quedó congelado, mirando al monstruo que parecía dormir en la parte baja de un árbol. Tamara en cambio, con enorme valentía y coraje, además de amor por su hermana, se acercó y la liberó de la soga que la tenía atrapada. Antes de que el monstruo pudiera abrir uno de sus ojos, los hermanos ya estaban corriendo, camino a su hogar.
Matías contó la historia a sus padres, quienes a su vez la contaron a todo el pueblo. Desde ese día, Tamara es considerada una heroína para el pueblo, sólo por la valentía que tuvo al enfrentar al monstruo. Al mismo tiempo, ella quedó asombrada por ese ser, y por esta razón cada cuarta semana de invierno, sale en busca del monstruo.

Seudónimo: Limonín

LA VARA DE CROWHARD (A)

Parte I

Esta historia comienza en el lejano reino de Rockville, entre las Montañas Escondidas, durante la época de los caballeros, reyes y hechiceros.
Pero en este pintoresco pueblo habitaba Badbeast, la fiera más temible: dientes filosos, ojos de fuego y un cuerpo de león de 6 metros de altura, sin dejar de mencionar las enormes alas. Esta bestia amenazaba desde hacía varias generaciones con destruir Rockville a partir de su aliento, que todo lo congelaba.
Y es así como cada semana Badbeast solicitaba una bolsa de oro y siete humanos para comer. Desde entonces, los habitantes eran cada vez menos.
Samuel Crow, brujo del pueblo y uno de los Hechiceros Peregrinos Naturales, decidió un día y por iniciativa propia y repentina enfrentarse a Badbeast. Pero por más pruebas que hacia, ninguna poción, nada lograba el poder suficiente como para aplastar a la bestia. Por eso su espíritu peregrino lo llevó hasta el palacio a pedir ayuda al rey.
---- Majestad. Requiero su ayuda. Me enfrentaré a la bestia. Sin embargo, no tengo suficiente potencia. Necesito inspiración de su sabiduría.--comentó el hechicero
--- Bueno. Yo no soy quien para dirigir tu futuro. Pero no contribuiré con tu suicidio –
--- ¡Juro por la Sacra Dinastía del Ave Rock que no fallaré! –gritó Samuel.
--- Entonces, ese juramento me obliga a...—hizo una pausa y continuó -- Hace muchos años, antes de morir, mi abuelo Hard escribió la instrucción para construir el arma que destruiría a la fiera. Solo falta quien se anime a fabricarla y, sobre todo, a usarla. Está archivada en los Códices del Reino. Vamos a buscarla. —comentó el rey. El agradecimiento de Samuel no se hizo esperar, en forma de reverencia.

Parte II
Cómo derrotar a la bestia

Se necesita una vara de roble hueca que esté recubierta con los pigmentos de las Seis Santas Plantaciones y que en su interior contenga:
- Néctar de la Flor Gélida
- Puré de bayas doradas de Lotaria
- Lava en polvo

Esto era lo que decía el Códice Real.
--- Bueno... No parece tan difícil. La Flor Gélida habita en nuestro país limítrofe, Santryck, para las bayas deberé peregrinar hasta Lotaria y lava puedo encontrar en los volcanes del sur de nuestra querida Rockville, justo el lugar donde esta la cueva da Badbeast. Si logro conseguir todo lo demás llegare a tiempo para pulverizar un poco de lava con mis hechizos y terminar la vara, lista para enfrentar a la fiera.
--- No olvides las Seis Santas Plantaciones... No será tan fácil como dices... –indicó el rey
--- ¡Cierto! ¡Deberé ir hasta Frastick, Daniar, Hackw, Dudek, Amoah y Essien para conseguir cada plantación! –recordó Samuel Crow
--- En ese caso solo te daré dos ayudas más: Un burrito de carga y mi deseo de buena suerte. –comentó el rey
--- Gracias Majestad, le debo la vida.
--- La vida solo se la debes a quien te la dio, hijo Mio. ¡Ve, y que sea exitosa tu empresa!
--- ¡Por Rockville la vida, la gloria, o la muerte! –gritaron los dos al unísono

Parte III

Dos años después de la partida de Samuel Crow, el hechicero, con la piel cuarteada, cansado y en medio de la nieve, estaba pulverizando una cazuela de lava con Hechizos a Mano Alzada. Solo, había hecho todo el trayecto. Había pasado por Santryck, por el hielo seco y el frío que calaba los huesos, y había tomado Néctar Gélido con mucho esfuerzo de que no se congelase. Después de eso, debió peregrinar de allí a Lotaria, donde se encontró con que solo en las Costas del Suroeste había bayas doradas. Debió viajar hasta allí y tomar cuidadosamente algunos frutos.
Un año viajo por los Seis Países para conseguir un ejemplar de cada una de las Seis Santas Plantaciones. En algunos países lo recibieron bien, en otros tuvo que enfrentarse a la resistencia de entregarle su planta sagrada y en otras la hostilidad de los pobladores era irritable. En Essien podó un roble hermoso y fabricó con su madera una varilla hueca con la insignia de Rockville tallada.
Luego regresó a su aldea. Se fue al pie del volcán Rosw, donde la nieve era la alfombra del terreno, lo escaló y tomó un poco de lava en su cuenco. Ahora había terminado de fabricar el polvo de lava y de mezclar todos los ingredientes. Coloco todo en la varilla, la recubrió con los jugos de las Seis Plantas que obtuvo y se dirigió hacia la cueva del monstruo.

Parte IV

Pasó un tiempo. Samuel Crow se regeneró por completo. Se sentía ahora como un joven cuyas energías nunca fueron empleadas. Listo para combatir.
Cuando estaba por poner un pie en el escondrijo del monstruo, se puso a pensar:
--- Si los relatos son ciertos, esa bestia no va a permitirme el ingreso a su cueva como si fuera su madre – pensó en voz alta.
Pero ese pensamiento le trajo una idea. Esperando el ataque, se durmió y despertó a la otra mañana. Recién se movilizó cuando vió a la comitiva de jóvenes que ingresaba a su fin, con el mayor adelante que portaba una bolsa de oro.
Samuel se acerco al último, y por lo tanto mas joven, y le dijo:
--- Corre y salva tu vida. Solo dame tu ropa y dirígete al palacio. Pide hablar con el rey en mi nombre y dile que todo marcha bien. Adiós.
Sin más explicaciones intercambiaron sus vestidos y cada uno se encaminó a su posición.
Dentro de la cueva, el monstruo quiso seleccionar a uno para desayunárselo. Samuel se atemorizo y todo lo peor que sus ojos habían visto fue borrado ante esa horrible presencia: una bestia feroz que se babeaba de ver siete personas para elegir cual devorar.
Todo sucedió en un instante. Samuel comprendió que no podía esperar más. En segundos mas estaría en el estomago de la bestia. Saco su vara y atacó por sorpresa. Una explosión. La bestia, consumiéndose en el resplandor verdoso que salía de la vara. La vara de Crowhard, como la llamarían luego los habitantes de Rockville, uniendo los nombres de sus creadores. Samuel, tendido en el suelo, durmiendo un sueño del que jamás despertaría. Y se cumplió la arcaica profecía que los rockvillianos utilizaban como arenga: ¡Por Rockville la vida, la gloria... o la muerte!

Seudónimo: Skyblissful

sábado, 31 de octubre de 2009

LA GUERRA DESDE LOS OJOS DE UN JOVEN (A)

-Se avecina una guerra- dijo muy tranquilo Marhal, el gran e invencible guerrero de la tierra de Ivi Iví. Marhal era viudo y ya estaba viejo pero su sabiduría nunca se agotaba. El trataba de pasarle todos sus valores morales y saberes a su hijo Gonzá. Gonzá era un joven muy inteligente e introvertido, siempre ayudaba con los problemas del pueblo.
.-¿Qué ocurre padre?- preguntó extrañado por el comportamiento de Marhal.
.-Simplemente tengo un mal presentimiento por esas nubes que se asoman en el sur.-
Luego de esa conversación cada uno siguió con sus quehaceres cotidianos. Cayó la oscuridad y ambos se fueron a dormir. A la mitad de la noche las nubes que el sabio había visto comenzaron a descargarse estrepitosamente sobre la pequeña y frágil casa de madera. En ese momento Gonzá se despertó por un sonido parecido al llanto de una niña.
El muchacho salió a ver qué pasaba. A medida que avanzaba, el agua caía cada vez más fuerte hasta que cesó de golpe, justo cuando llegó a un claro del bosque que rodeaba la aldea. En él se encontraba la niña, ella hablaba de una guerra y abrazaba a su padre, quien entre lágrimas le decía que volvería. De repente Gonzá se despertó, todo seguía igual, la lluvia se mantenía constante y ningún llanto se escuchaba. Cuando se dispuso a dormir, se dio cuenta de que ya era de mañana y su padre estaba haciendo el desayuno.
.-Al parecer me asustaste con tu premonición porque la guerra se metió en mis sueños.
.- ¿Cómo puedes saber si fue un sueño?- Gonzá se mantuvo en silencio.
Justo al terminar de desayunar, llegó Juansé, el vocero del pueblo. Antes de que alguien dijera algo, estaba comenzando su discurso.
.-Dentro de dos horas habrá una reunión en el claro del bosque. Un hombre de cada familia debe asistir, tiene que ser valiente porque es posible que deba ir a una guerra. No quiero asustarlos pero esto es serio.
Marhal asintió con la cabeza porque lo que le decían era propio de su conocimiento, en eso, Juansé partió y se dirigió a su padre con estas palabras:
.- Padre, sabes que te amo y siempre te apoye en tus decisiones, pero debes entender que ya brindaste tus servicios para nuestro pueblo. Por eso te pido que borres de tu cabeza la idea que seguramente tienes y me dejes ir a mí. En caso de que algo llegara a pasarme sabrás que tu hijo murió peleando y podrás estar orgulloso.-
Marhal se despidió con un abrazo y se fue a su habitación. El valiente e ingenuo joven fue a preparar provisiones porque no sabía si tendría tiempo de hacerlo después, y tenía razón.
Cuando llegó a la plaza, sus pensamientos, que habían estado mezclados desde la noche anterior, se aclararon. Allí les informaron que se había desatado una violenta batalla en un país vecino y todos debían ayudar. Les pidieron que afilaran sus lanzas porque partirían al día siguiente.
Marhal no había salido de su cuarto, entonces Gonzá se fue. El cielo estaba azul y les levantaba el ánimo a todos esos jóvenes que debían irse de la comodidad de sus casas. Cuando partieron creían que el extenso camino nunca acabaría, pero antes de que se dieran cuenta, ya habían llegado. En el campamento habían dispuestas unas carpitas y un par de fogatas en las que Gonzá se acomodo rápidamente y sin ningún problema con otros de su tierra. Pero no había mucha conversación de su parte porque estaba aislado pensando, “para qué habré venido, tendría que haberme quedado en mi hogar usando mi mente para resolver problemas y dejar que mi padre venga, el es el guerrero de la familia. ¿Por qué yo, que nunca sigo mis impulsos, me dejé llevar con algo tan delicado como una guerra?”Cuando fue a dormir, se le cruzó por la cabeza la idea de que al día siguiente podía llegar a morir.
Mientras tanto, Marhal seguía encerrado en su habitación, llorando. La única ocasión en que se había lamentado fue cuando su bella esposa murió, injustamente, cuando daba a luz a su amado hijo. Esta vez las lágrimas no lo tomaron por sorpresa.
Al día siguiente, Gonzá se levantó pensando en su amado padre y en cuánto lo extrañaba. Todos juntos desayunaron lentamente tratando de atrasar ese horrible momento que no salía de sus cabezas. A diferencia del día anterior, el cielo no los entusiasmó.
Caminaron hasta el lugar de la batalla, sintiendo las hojas de sus espadas apretadas contra sus cuerpos esperando a ser desenvainadas. Al llegar, observaron detenidamente a los hombres que tenían que asesinar a sangre fría y muchos, incluyendo a Gonzá, nunca habían matado a nadie.
En el instante en que sonó el grito de guerra, Gonzá vio un rostro conocido. El mismo hombre que había estado en sus sueños la noche de la premonición de su padre, el mismo que lloraba por su hija, ese hombre que juro que volvería estaba corriendo hacia él.
Gonzá se quedó inmóvil, congelado en sus pensamientos como siempre lo hacía, ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor. Hasta que algo lo hizo despertar. Un frío tan crudo como nunca había sentido en sus inviernos, algo le corrió por la garganta, como haber tragado aire del sur. De repente se le erizó la piel y vio al padre de la niña cubierto con su sangre. Cayó al suelo y logró ver el reflejo del sol en una de las lanzas que chocaban haciendo un ruido que cada vez se alejaba más de los oídos del joven. Gonzá respiró por última vez.

Seudónimo: Wonder Woman

LA GRAN SALVACIÓN (A)

Ianna Astrofmak de Humag era una mujer Tra-hall como todas, vestía túnicas de lino, era hermosa y dulce. Todos la apreciaban ya que era la mujer más bella de Hierbas Dulces. Pero ella tenía algo que no todas las mujeres podían conseguir, ella poseía algo único, hermoso, bellísimo.
Poseía la gema Carbugette, una gema que tenía tanto poder que ni el mismo Misáianes podría superar. Este diamante había sido incrustado en una piedra milenaria, la Talla Yúcaku, que se encuentra en el imperio de Las Lakidas muy lejos de la región del Nuboso.
Esto la hacía una mujer única, valiente y poderosa ya que el que poseía esta piedra preciosa, podía desde hacerse invisible hasta destruir poblados. En fin, se podía hacer cualquier cosa que se solicitara.
“Cuentan la historia los sabios que saben, que eran momentos de muchas guerras y miedo. Había una sola salvación; conseguir la gema Carbugette y pedirle que no haya más guerras, que la paz y la felicidad predominen nuevamente. Por lo tanto, la familia Astrofmak, formada por el sabio Kustinok, padre de Ianna, Acheram, su madre, Eknikov, su hermano y ella, viajaron hacia Ravak Tilly, el pueblo más cercano por el camino a Talla Yúcaku. Fueron días intensos de caminata combinado con un poco de cabalgata en llamellos. Cuando llegaron a este poblado, se instalaron en una carpa de piel de lalafkum, durmieron por la noche allí, y luego cargaron víveres y se dirigieron hacia Talla Yúcaku. Antes de llegar a este sector, un pastor del desierto se cruzó por el camino.
- ¿Qué hacéis por esta zona? Vosotros no vivís en esta región –dijo el pastor.
- Estamos conociendo la región –el sabio comentó sin ningún gesto de mentir; él sabía que no tenía que decir la verdad.
- Pues no os creo –contestó el pastor
- No me creas. Ahora sí, seguiremos camino así no perdemos tiempo que mañana regresamos a nuestros pagos
El desértico sacó su espada y le apuntó a Acheram. Luego dijo:
- ¡Dime qué están tramando!
- Ni te atrevas a tocarla –le respondió el sabio
De repente, una tormenta se aproximó y, como este malvado le tenía terror al agua, se marchó.
Acheram quedó aterrorizada luego de este encuentro. Eknikov trató de consolarla. Cuando al fin pudo, ya habían llegado a Talla Yúcaku. Esta región era muy árida, calurosa y con poca población, pero con estas precipitaciones, el clima no era tan sofocante.
Allí estaba la gema; en algo parecido a una duna sobresalía la piedra, y dentro de la piedra se encontraba la gema Carbugette. Kustinok tomó la piedra y luego se marcharon.
Varias lunas pasaron, cuando de repente vieron que un ejército husihuilke pasaba por la región. Por el otro lado, vieron a un ejército lewamense. Se preocuparon. Trataron de llegar al otro extremo del camino lo más rápido posible. Pero de pronto, una lluvia de flechas predominaba en el cielo. Era el fin para varios familiares. A Acheram, que estaba acurrucando a Ianna dormida, le atravesó una flecha en el pecho; a Eknikov, le traspasó otra flecha por la cabeza; los llamellos que llevaban consigo, ninguno sobrevivió. Fue la tristeza más fuerte que le tocó vivir a Kustinok en sus días. Varios soles y varias lunas caminó este solitario hombre junto a su pequeña hija de ojos celestes en brazos.
Al fin llegaron a Hierbas Dulces nuevamente. En ese momento se estaban viviendo cosas trágicas allí. Kustinok no se atrevió a usar la gema; no sabía cómo.
Pasados los años, todo hecho un desastre, la aldea se tuvo que trasladar más al sur del Nuboso, no quedaba casi nada. Fue entre esas mudanzas que Ianna, ya más grande, encontró el tesoro que guardaba su padre. Tardó varios años en descifrar sus secretos.
En aquellos años, su padre falleció haciendo una fuerza extremadamente grande. Ianna lamentó mucho este momento.
Estaba llorando. El diamante estaba al lado. Derramó una lágrima sobre este, y en él, se empiezan a distinguir unas palabras:
"Levántalo, di lo que necesites y se cumplirá"
Por lo tanto, como ella sabía por lo que su padre había luchado tanto, hizo lo que decía la piedra preciosa; la levantó y exclamó:
Haz que haya paz sobre estas tierras
Por lo tanto, se produjo lo que ella pronunció.
Cuando la gente del pueblo se enteró lo que había sucedido, ella fue muy aclamada, alabada y adorada y, como premio, la proclamaron la esposa del más feroz, ágil y valiente guerrero tra-hall, Thrall.”
Pasados muchos años, tuvieron tres bellos hijos y siguen siendo los protectores del pueblo.

Seudónimo: ELAL To

HISTORIA (A)

Comenzaba el día para Noch, un joven capusottikay de trece años. Pero no era un día común y corriente: Él y otros tres chicos, cumplían años ese día, lo que significaba que harían el ritual de iniciación al ponerse el sol.
Al cumplir trece años, todos los hombres capusottikay se reunían en la plaza y se daba por iniciado el ritual .Montados en unos llamellos, los concursantes debían usar sabia y habilidosamente una única flecha para matar a una especie de pájaro llamada gonión.
Una vez montados en el llamello, Noch, Lune, Teno y Side, comenzaron la búsqueda por el gonión. Había sido un abrir y cerrar de ojos cuando se acercó Side sosteniendo una flecha que atravesaba un gonión de pecho rojo. Luego de eso, se sentó en un banco, donde esperó a sus contrincantes.
Pasaron treinta minutos cuando a lo lejos, se pudo divisar la flecha de Teno, una flecha larga y de punta verde, impactar sobre el ojo de un izquierdo de un gonión bebé que sobre volaba el bosque Sugali. Era, quizás, el gonión más bello que nadie haya visto nunca.
Ya era de noche. La gente estaba volviendo a sus hogares. De repente, se acercó Tetro, el llamello de Lune, con el joven parado sobre su lomo. Tenía la flecha en la mano como si fuese un cuchillo. Entonces, fue ahí cuando en un movimiento rápido, apuñaló a un viejo gonión. Contento de tener el derecho de poder ir a la guerra, se sentó junto a sus amigos.
Sólo quedaba Noch, quien desesperado por encontrar un gonión, rodeaba una y otra vez el bosque Sugali. En la copa de un árbol, logró divisar un gonión recién nacido. Tensó el arco con todas sus fuerzas, apuntó y tiró.
Decepcionado por su fracaso, volvió a su hogar. Cuando llegó a su casa, su madre lo esperaba con muy malas noticias: Se había desatado una guerra contra su pueblo enemigo, los iralos, y su padre y amigos recién habilitados para luchar fueron al combate.
Con lágrimas en los ojos, su madre le tenía otra muy mala noticia: Su padre y sus amigos, habían muerto en el campo de batalla y que, además, los iralos se acercaban al pueblo.
Enfurecido, Noch tomo su arco y su flecha y se dirigió al campo de batalla, sabiendo que era en contra de las reglas del pueblo. Al llegar, lo único en que pensaba era en matar. Matar a toda costa. Y así lo hizo. Tomó la flecha cerca de la punta y la usó como si fuese un cuchillo. Mataba y mataba. Uno por uno, les iba clavando la flecha en el estómago. De repente, un iralo lanzo una flecha encendida, la cual quemó toda su ropa y le produjo unas heridas graves. Sin embargo, Noch continuó
Allí se podía ver al jefe de los iralos, Oídi. Era un ser malo y fornido. Se caracterizaba por usar un tapado de piel de llamello que él mismo había asesinado. Sin él, los iralos estarían perdidos. Noch tomó coraje, tensó el arco con todas sus fuerzas, apuntó y tiró, del mismo modo que lo hizo en el ritual.
Alegre, aunque a su vez deprimido, volvió a su hogar, con el tapado de piel que caracterizaba a Oídi. Su madre y un grupo de viejos capusottikays, lo esperaban allí.
En sus manos, traían a un gonión en su lecho de muerte. Le pidieron por favor, que lo matara. Noch accedió con gusto. Luego de esto, uno de los tres hombres, le cortó una pluma y la colocó en un collar.
-Debido a tu bondad y valentía- dijo otro capusottikay- le entrego este collar de honor, que acredita a su poseedor, a pesar de no haber pasado la prueba, a participar en cualquier guerra. También le doy a su disposición a la mujer que usted elija.
Veinte años después de esto, Noch se casó con Nana y tuvieron dos hijos.
Exactamente este día es el día en que Tony, uno de sus hijos, hará el ritual de iniciación. Exactamente igual, como ocurrió hace veinte años.

Seudónimo: Gurati Ceravo

GULI (A)

¡Ayúdame en la cocina! ¡En un rato comemos! – Escuché el grito de mi mamá llamándome. Mi estómago rugía desde horas atrás pero no se me antojaba bajar las escaleras a buscar algo que comer. Cuando llegué a la mesa, de roble, antes suave y lustrada, ahora rallada, desde que mi mamá se había especializado en tallar madera, descubrí que había cinco sillas, cosa que llamó bastante mi atención ya que desde que mi papá había fallecido no ocupaban la mesa más de dos sillas. Estaba confundida, intentando formular la pregunta, y cuidando mi tono de voz para que no sonara tan impresionada o curiosa por algo tan tonto -por llamarlo de alguna forma- cuando ella me dijo, adivinando mi expresión, que teníamos invitados de otro pueblo, que eran de mi misma edad y que venían por un trabajo escolar. Pude adivinar que no había cambiado mi cara de atónita, cuando me pasó la mano enfrente de mí porque me había quedado tildada mirando el mantel blanco de piel que cubría la mesa, y el centro que ocupaba la mayor parte de ésta, con un florero hecho por mi madre (de madera por supuesto) con flores silvestres de la selva que nos rodeaba. Supe que era gente más civilizada que nosotros, que no era de pueblo, sino de grandes ciudades y que venían a conseguir información de nosotros para un trabajo de una materia que tenían llamada Historia universal, al recordar las palabras de la profesora Tinia cuando me dijo que me había elegido por mi ‘‘gran poder de descripción’’, cosa que yo no creía demasiado.
Eran las ocho treinta de la noche, mi mamá, desesperada por la nueva visita, me rogó que me bañara sin importar si lo había hecho a la mañana o no, y que me vistiera con mis mejores ropas. Nuestra ducha era un balde de madera, con agua del río que cruzaba nuestra zona, y mis ropas no eran mas que abrigos de piel de los animales de la selva, los mas indefensos y pequeños ya que no teníamos los granos de maíz suficientes para pagar esas caras vestimentas de piel de tigre, y hasta de elefante. Una vez terminada mi tarea, fui a la cocina pensando en que podría ocupar mi tiempo para no tener que cocinar, cosa que odiaba, en especial si teníamos que desgranar el maíz fresco de nuestro huerto, sabiendo que era lo único que teníamos, tanto para alimentarnos como para pagar los impuestos de la casa, que no eran demasiados. Decidí ir afuera a regar las plantas de nuestra huerta y cosechar todo el maíz que pudiera para guardarlo en nuestra ‘‘caja de ahorros’’ de madera, fabricada por mi madre, cuya tapa decía ‘‘ahorros’’, por eso ella decía que era original. Cuando estaba cruzando la puerta, en verdad corriendo la cortina de suave piel de oso que nos mantenía calientes impidiendo la entrada de corrientes de viento, pensé que si lo hacía tendría que volver a bañarme y cambiarme, con otras prendas, mas feas que éstas que llevaba puestas. Mientras pensaba todo eso, aún seguía en la puerta mirando el suelo, cuando vi unas sombras acercarse. Levanté la mirada, todavía viéndome con las otras ropas, desprolijas y rotas enfrente de los muchachos que seguramente vestirían más elegantes, cuando los vi a ellos, hermosos, de piel blanca, cabellos dorados y crispados y ojos claros, similares a un celeste o verde. Me llamaron por mi nombre, Nuyén, con esa voz diferente y su acento cordobés. Eran muy diferentes a nosotros, ellos de piel blanca, nosotros de piel morena; ellos de ojos claros, nosotros de ojos marrones; ellos de cabellos suaves y dorados, nosotros de cabellos rizados y secos; ellos altos y flacos; nosotros petisos y rellenitos; ellos de buen comer, nosotros alimentados solo con granos de maíz; ellos civilizados, nosotros apenas sabiendo leer y escribir tanto nuestra propia lengua como la suya con ladrillos sobre piedras; ellos pudiéndose comunicar con esas cosas extrañas que llevaban en sus bolsillos, nosotros solo mediante cartas que llevaban las águilas mensajeras, y tantas mas, que en ese momento no se me ocurrían. Me quedé muda al escuchar sus voces aterciopeladas. Mi madre los invitó a pasar, pero yo aún seguía sosteniendo la cortina boquiabierta. Me tuvo que empujar unas cuantas veces para que yo cayera en lo que estaba sucediendo, hasta que reaccioné y me corrí intentando mantener el respeto.
Se quedaron a cenar; en la mesa, estaban callados, demasiado para mi gusto, sabía que mi mamá se estaba quedando sin preguntas a las que ellos respondían con un simple si o no, por lo que decidí actuar y empezar a describir el lugar. Primero tuve que esperar a que ellos sacaran de esas bolsas hechas de un material raro que aquí no teníamos una especie de libreta con hojas, según ellos fabricadas a partir de troncos de árboles y unos palos finos con puntas que tenían alguna especie de tintura especial que escribía en esos papeles, cada una de diferentes colores. Comencé mi relato:
Soy Nuyén, habitante de Tulke, un pueblo indígena situado en una zona selvática, por lo que tenemos clima cálido la mayor parte del año. Vivimos en chozas hechas con paredes de troncos de árboles y techos de paja. Sus puertas son simples, con pieles de animales de la jungla que nos rodea. La aldea está fortificada con una pared de troncos de los árboles más fuertes de la zona y por fuera de ésta pasa un río denominado río Guacamayo, ya que cuando ellos lo hallaron, estaba lleno de guacamayos sedientos, que se volaron rápidamente al ver a los extraños visitantes. – en ese momento me miraron con cara extraña, y supe reconocer lo que les había sucedido: al cruzar el puente que unía las dos orillas del río los guacamayos que todavía siguen bebiendo agua de allí, se volaron, inacostumbrados a ellos; seguí mi descripción haciéndome la distraída – Cada choza tiene su cantidad de granos de maíz, con lo que pagamos todos nuestros bienes. Estos granos se adquieren de las plantas de maíz que están plantadas en nuestras huertas, de las que también nos alimentamos. Podrán ver que cada choza es más grande o pequeña y tiene mas plantas de maíz o menos, dependiendo del poder adquisitivo de las mismas. Los niños y adolescentes de cada familia vamos al ‘‘instituto’’ así llamado por nosotros, en un intento de creer que estamos yendo de verdad al colegio ya que no aprendemos mas que la historia de nuestros antecesores y a leer y escribir tanto su lengua como la nuestra. Las mujeres adultas se encargan tanto de la recolección de maíz como de frutos que se encuentran fuera de la aldea. - ahí fue cuando los tres miraron las flores que adornaban el aburrido florero de madera, pero yo seguí mi relato para no olvidar por que parte iba – En cambio los hombres son los encargados de prepararse para cazar a los animales que sirven de alimento para las familias que pueden pagarlos y de vestimenta, variando su valor dependiendo del tamaño. – Dejé de hablar, finalizando mi relato, pero ellos aún seguían mirándome con cara ansiosa. Les dediqué una sonrisa, intentando calmar su ansiedad y que dejaran ese palo en la mesa y así levantarse e irse ya que me estaban poniendo bastante nerviosa al ver cuanto tenían ellos, todo lo que a nosotros nos faltaba para tener una vida más fácil. Mis pensamientos se cumplieron, pero antes de irse, me volvieron a agradecer con esa dulce voz y dejaron en mis manos un lindo oso de peluche que tenía una carta que decía: Gracias por todo Nuyén, nos diste lo justo y necesario para nuestro trabajo... ten cuidado con esto, es delicado aunque no lo parezca, te lo mereces mucho pero intenta de no alardear ni mostrarlo demasiado. Pablo, Matías y Santiago.
Tenían nombres de ciudad, tal como lo pensé. Me quedé en la puerta de mi chocita, viendo las últimas sombras de los visitantes y pensando cual era el significado de esa carta.
Esa noche me acosté, totalmente cansada después de ese día agotador. Al día siguiente desperté todavía dormida, ya que la mayor parte de la noche no había pegado ojo pensando en esa rara carta. Desayuné un cuenco de cereales (de maíz) como de costumbre y volví a subir las escaleras para armar mi ‘‘cama’’. Busqué el oso de peluche por todos lados, pero no lo pude encontrar. Estaba en eso, cuando escuché un débil rugido que provenía de mi montón de ropa tirada a un costado de la puerta. Tiré esa ropa al suelo, desesperada por ver que era lo que me había sorprendido a mitad de mi búsqueda. Debajo de las prendas había un pequeño oso bebé que tenía en su mano la carta de los muchachos, el mismo color que el peluche y su mancha en el ojo: era idéntico. Bajé las escaleras con Guli (así lo llamé) en mis brazos y comprendiendo el significado de las palabras enroscadas del papel. Mi mamá no me creyó ni una palabra de lo que le dije hasta que llegó la noche y al esconderse el último rayo de sol el oso volvió a ser de ese material extraño. Ninguna de las dos lo podía creer.
En los meses que siguieron, Guli creció hasta llegar a un punto en el que ni siquiera el peluche entraba en mi habitación, ya que a medida que crecía el oso real, también lo hacía el de peluche. Siete meses después de la llegada de los extraños, Guli era una enorme bola de pelos y mi madre ya no lo quería tener en casa ya que llamaba la atención de los vecinos y ya era demasiado grande para nuestra pequeña choza por lo que me pidió que lo llevara a la selva. Yo no quería, pensando que por más de que no quisiera todas las noches se convertiría en un juguete y cualquier niño que pasara por allí lo querría para él.
No sabía qué hacer, si hacerle caso a mi madre o hacer lo que yo quería con Guli, mi mascota y a su vez compañero para dormir. No quería abandonarlo aún, por lo que le dije a mi mamá que me dejara pensar que era lo que haría con él. Me aproveché de ese tiempo que me dio para no pensar, sino pasar todo el tiempo que pudiera con él; hasta falté al ‘‘instituto’’ unos cuantos días, creyendo que al siguiente Guli tendría que abandonar la choza. Y así fue, uno de esos días en los que no quise ir a la escuela, mi madre me dijo que ya era hora, que pensara dónde lo llevaría. Me di cuenta por su posición de brazos cruzados y cara seria que ya no me iba a dejar más tiempo para fingir que pensaba. Por suerte se me ocurrió una brillante idea, que podría servir. Después del colegio, me fui a ver a Kungüé, la bruja de Tulke y le rogué que me ayudara. Como siempre pensó en la mejor idea: convertirlo en un oso real e inmortal, asi los cazadores no lo podrían matar y lo podría visitar las veces que quisiera, sin preocuparme de lo que pasara. Le llevé a Guli. Ella lo encerró en una habitación terrorífica, oscura y húmeda. Me quede afuera esperando, estaba viendo el cielo, las nubes, cuando vi unas luces provenientes de esa habitación. Luego de unos minutos salió el gran oso y detrás Kungüé con una sonrisa de oreja a oreja por lo que comprendí que le había salido bien.
Llevé a Guli a la selva y le prometí que siempre lo visitaría y le daría granos de maíz. Y así fue, mi madre comenzó a vender esos ‘‘originales’’ productos de madera y así ganamos unos cuantos granos de maíz más. Nuestra choza se fue haciendo cada año más grande y la huerta también gracias a todas las plantas de maíz que teníamos. Mis ropas fueron cambiando hasta tener una de piel de tigre, y la puerta de la choza también. Tuvimos una hermosa ducha (de madera) y una cama de verdad. Todos los días, después del instituto, visitaba a Guli, mi amigo, y le llevaba un gran cuenco con cereales de maíz. Fue un gran amigo, hasta que un día, la aldea se tuvo que mudar de lugar, hacia otra selva ya que Kungüé anunciaba la fuerte erupción del volcán que dominaba la zona. Siempre llevé y llevaré su recuerdo en mi mente y en mi corazón.

Seudónimo: Martina Martinez

EL LIBRO DE SUS SUEÑOS (A)

Érase una vez una niña, llamada Manuela, que tenía trece años. Vivía con sus padres en una humilde casa. Ella no podía ir a la escuela debido a que tenía que trabajar para ayudar a su familia. Su sueño era aprender a leer, para pasar su tiempo viviendo maravillosas aventuras entre página y página.
En muchas oportunidades caminaba con sus ropas deshilachadas mirando las vidrieras de diferentes librerías, y deseaba tener entre sus manos esos libros de colores mas que nada en el mundo.
Se sentaba en la puerta de las bibliotecas municipales, esperando que alguien de corazón bondadoso pudiera entender lo que le estaba pasando a la pobre Manuela, sin embargo, todo era inútil.
Hacía muchas cosas para poder conseguir un libro y poder aprender a leer, pero nada servía, porque nunca le alcanzaba el dinero para comprar ni uno.
Un día, estaba caminando como siempre, rumbo a ver las vidrieras con estantes repletos de libros. Decidió acortar camino por el bosque, admirando la belleza de los árboles, cuando tropezó sin darse cuenta, miró hacia abajo para ver cual fue la causa de su caída y descubrió un libro.
- “Pobre del que lo haya perdido, tendré que devolverlo por mucho que me cueste” pensó Manuela afligida. Lo tomó en sus manos con sumo cuidado y se dirigió a su casa. Una vez allí, lo abrió. Su sorpresa fue muy grande, ya que dentro de la primera página encontró un papel rosado. No sabía qué decía la nota, escrita con una letra perfecta. Sin pensarlo dos veces le preguntó a su madre. Ella lo leyó con mucha dificultad, ya que en todos sus años casi no pudo disfrutar de libros. Le hubiese gustado enseñarle a leer a su hija, pero su saber era muy escaso. La nota decía lo siguiente:
“Manuela, este libro es para ti, encontrarás la magia del saber, cumplirás tus sueños. Si no logras realizarlos, recuerda: nunca dejes de soñar, llegar a la meta es parte de ello. Aprenderás a interpretarlo sin ayuda, pues este libro es especial. Cuídalo mucho. Tu Ángel de la guarda.”
Se puso muy contenta. Pasaron los años, y gracias a él, comenzó a leer. Eso sí, cada vez que lo abría se encontraba con un cuento diferente, y así no debió comprar más libros.
Actualmente, Manuela es una famosa escritora. Se destaca de las demás por su creatividad y por su lenguaje claro y preciso.
Los deseos se hacen realidad, solo basta con soñar.

Seudonimo: Josefina Pac.

EL FIN DE LAS RAZAS (A)

Odrep era un niño de 13 años de la tribu de los guardianes de la montaña. El vivía con sus hermanos Leiqueez y Onaicul. Sus padres eran Eronoela y su esposo Ovastug, también vivía con su abuelo Solrac que era un viejo tonto y cascarrabias. Odrep era un niño muy inteligente y con pelo color negro y ojos color marrón, era alto y muy buena persona.
7 AÑOS DESPUÉS
En aquellos tiempos se desató una guerra sin fin, una guerra interminable por el recurso más deseado, el agua. Ya era edad de que el niño participara en el ejército y para hacerlo debía dirigirse hacia el Río Yum y, una vez allí, debía nadar 50Km. desde la costa. Pocos niños lograban llegar sin ningún tipo de problema, la mayoría llegaba a los 20/25Km con muchas dificultades y los mejores nadadores o los más aptos llegaban hasta los 50Km con muchos dolores, generalmente en las piernas y en los brazos.
Cuando llegó el día de la hazaña para Odrep, estaba preparado y bien entrenado para poder luchar en la guerra defendiendo su pueblo. Él llego a los 50 Km. sin problemas y pudo entrar al ejército. En el ejército se hizo varios amigos, uno de ellos fue Gralf, quien había entrado al ejército también. Su primera pelea junto con su amigo Gralf fue contra los pastores a orillas de la mansa Lalafke. En esa pelea salieron victoriosos pero con muchas bajas. Así siguieron luchando y permanecieron victoriosos.
En la lucha con los Husihuilkes perdieron los guardianes de la montaña y se rindieron ante ellos. Allí Odrep y Gralf fueron secuestrados por los Husihuilkes, donde ellos los maltrataban y no les daban nada más que carne de llamello. Luego de un tiempo de estar aislados y separados del resto de las personas, empezaron a volverse locos. Hablaban solos de cualquier tema que escucharan y hasta no querían comer. De tanta locura los Husihuilkes los dejaron libres y se los enviaron a los guardianes de las montañas, quienes pensaban que ya los habían matado. Luego de un tiempo se les pasó la locura y comenzaron de vuelta a luchar por su tierra.
Entre tantos líos que ocurrían en las tierras fértiles, los sabios de Beleram intentaban llegar a un pacto de paz y tranquilidad.
Pero la lucha entre todos los pueblos seguía y seguía y cada vez se unían más tribus a la disputa por el agua. Había pequeños períodos de paz pero tarde o temprano acababan porque una tribu se pasaba de la raya y tomaba más agua de la que le correspondía, otra tribu se irritaba y comenzaba una batalla que luego se hacía guerra.
Mientras tanto Odrep y Gralf luchaban por el agua que necesitaban para poder vivir. Fue en una de esas luchas cuando murió Gralf, estaban luchando contra los lulus e iban perdiendo. De repente, Gralf se dio cuenta de tanta barbaridad y se quedó inmóvil y duro. Mientras que por atrás llegaban refuerzos por adelante lanzaban flechas que uno a uno mataban a cada uno de del pueblo; Wano caía en manos de su amigo Gremdel que a la vez también lo mataban y una de esas malditas flechas cayó en Gralf. Él siguió luchando hasta el fin, luchó y luchó hasta que la última flecha, la flecha de la muerte, llegó a destino, impactó en el pecho de Gralf como una piedra que cae sobre un indefenso animal que sin poder hacer nada muere devastado por la locura de esta injusta guerra. Odrep al ver a su amigo muerto, se llenó de ira y mató a todo ser que se le cruzó en el camino, tenía tanto enojo que él solo acabó esa batalla. Él terminó de matar a todos, él fue el que logró una victoria más.
Luego de la batalla, se dirigió directamente Beleram a la Casa de las Estrellas. Habló con los sabios y el él decía tener la cura para esta guerra, él sabía lo que debía hacer. Sin embargo siguió matando a quien lo contradiciera (contradijera) hasta que llegó al mar. Allí se encontró con un hermoso atardecer y él recordó los momentos había pasado con su amigo Gralf y de las veces que había visto con sus hermanos el atardecer y comenzó a (a preguntarse si habría) otra civilización del otro lado del mar ¿Que ocurriría?
Entonces empezó a nadar por el mar hasta llegar al otro continente donde se encontró con Humanos, una raza diferente que habitaba del otro lado del mar. Y les contó a lo Humanos el gravísimo problema que ocurría en las tierras fértiles. Como el tenía la solución se la comunicó a los Humanos y ellos pensaron en ayudar a aquel continente que estaba en guerra. Por lo tanto, emprendieron viaje hacia las tierras fértiles y hablaron con las distintas tribus y le comunicaron la respuesta a este problema tan grave. Todos aquellos representantes de cada pueblo aceptaron una tregua que de hecho no duró mucho. Al cabo de un tiempo, volvieron todos a la guerra total, es más, se unieron a la guerra los Humanos del otro continente. Era pura muerte y destrucción lo que se veía en las tierras fértiles, no quedaba una sola esperanza de que hubiera paz en estas tierras
Las muertes cada vez eran más, los hombres morían en la guerra y las mujeres ya no querían tener hijos por la tristeza. A pesar de que esta guerra infinita les causaba temor y odio a cada uno de los pobladores de las tierras fértiles.
Así fue que poco a poco los pueblos se fueron extinguiendo y al final no quedó ni una sola persona que pudiera disfrutar el agua. Los manantiales de agua se habían ensuciado y contaminado con tantos años de guerra y violencia. Así fue el fin de la vida en las tierras fértiles.

Seudónimo: Locura Mecánica.

LA AVENTURA DE INDOKA (A)

-¡Aldea querida! ¡Soy Yo! ¿No me reconocen?. Yo soy Logmara, la única persona a la que Indoka contó su historia verdadera- dijo Logmara, llegando de la aldea vecina al fogón de las historias, que se realizaba una vez al año en una aldea llamada Vuelo del Halcón (donde Indoka vivía). Cuando reaccionaron todos empezaron a saludarla.
Una vez terminado el saludo, todos se sentaron alrededor del fuego; sobre troncos (en cada tronco iba una familia), cubiertos con mantas de lana hechas por las mujeres de las aldeas vecinas.
-¡Contá la historia Logmara!, por favor- dijo Triqueirén, la niña más pequeña de las personas presentes.
-Está bien…- respondió Logmara. Respiró, y siguió hablando:- Todo comenzó cuando llegó Fure, el representante del sur de las Tierras Fértiles, a comunicarnos que el norte de las Tierras Antiguas nos había declarado la guerra y un representante de cada familia (hombre o mujer) debía ir a la guerra. La única mujer que se ofreció fue Indoka, el resto eran hombres.
Llegado el momento de partir todos hicieron el gesto de la suerte (fruncían la cara y se agachaban) a los guerreros. A Indoka le hicieron el gesto de la buena fortuna (que consistía en entregarle un pan al receptor). Porque para ellas la suerte y la buena fortuna no era lo mismo.
Un tiempo depuse, comenzaron la marcha rumbo al río Ductrén, que separaba y dividía las tierras, por el que se producía la guerra, ya que los tierrantiguas se lo querían adueñar. Cinco soles después llegaron al lugar donde se iba a desencadenar la guerra. Dos soles más tarde, los contrincantes y comenzó al guerra.
Con la llegada de estos últimos, la mayoría de los guerreros tierrafertileños se suicidaron, porque ellos iban armados con flechas y los tierrantiguas venían con armas, pistolas y cañones. Sólo Indoka y algunos pocos no realizaron esa acción.
Los de las Tierras Antiguas al ver una mujer enfrente del ejército se empezaron a reír, y los tierrafertileños aprovecharon para avanzar y comenzar con la guerra. Luego del primer ataque, los tierrantiguas eran menos, pero también los tierrafertileños. Indoka seguía viva.
El segundo día, segundo ataque, murieron todos, menos Indoka y Morras, el representante del ejército de las tierras antiguas.
Después de tanto pelear Indoka venció a Morras y luego la vencedora agarró las armas de cada guerrero confrontante.
Cuando llegó de regreso al Vuelo del Halcón, todos la recibieron con orgullo y le preguntaron de donde había sacado esos elementos muy raros. Ella les respondió que eran de los tierrantiguas.
Más tarde, después de saludar a todos sus amigos y conocidos, repartió un arma a cada familia.
Fin- dijo Logmara.
Triqueirén fue la primera en opinar:-“Indoka es mi heroína, porque si no fuera por ella, ninguno de nosotros estaría acá”.

Seudónimo: Texas

CANDULA Y EL ORIGEN DEL NOMBRE (A)

Les voy a contar, una historia de una anciana que fue muy especial para nosotros, el pueblo “Azul Del Cielo.”
Su nombre era Candula, era madre de Sonia y abuela de Wilén, Tamara y Matías. Sus hermanas eran Magula y Camula. Era la que mas temporadas de lluvia había vivido de su familia, y del pueblo. Ella fue una de las fundadoras del pueblo “Azul del Cielo”, mejor dicho, ella nos dio un nombre.
Todo sucedió un día, un día lejano, no recuerdo cuánto tiempo pasó exactamente, pero fue hace mucho. Candula estaba caminando con los otros fundadores del pueblo, pensando en algún nombre para darle. Entonces, mientras pensaba, se le ocurrió plantar algunas flores. Ella descubrió una semilla muy extraña y decidió plantarla en un lugar especial, justo el día anterior a que comenzara la primavera. Al otro día, Candula despertó y salió a regar las flores. Entonces, se dio cuenta de que la flor había crecido muy alto, se decía casi hasta el cielo, y era color azul. Llamó a todos los integrantes muy pocos aún, del pueblo todavía sin nombre. Todos se sorprendieron muchísimo. A Candula se le ocurrió una idea :
- ¡Ya sé que nombre podemos ponerle a nuestro pueblo! Azul del Cielo, porque la flor es un color muy azulado, ya demás es tan alta, que parece que llegará al cielo. -, dijo.
Todos estuvieron de acuerdo. Entonces, organizaron una fiesta, celebrando el día de la primavera y que ya tenían nombre.
Candula extrajo una flor, de las tantas que había florecido la planta y la guardó en una caja especial.
Ella estudió y descubrió que tenía una sustancia que era capaz de curar a personas muy enfermas. Con el tiempo, Candula también descubrió que, a la sustancia que tenía la flor, si se la mezclaba con otras cosas y lo tomaban, les hacía recordar historias de sus antepasados, para que las contaran a los demás. Esa era otra de las costumbres de “Azul del Cielo “.
Al amanecer del otro día, Candula se levantó, como todos los días, y se fue a regar las plantas. Se sorprendió al ver que no estaba. Al principio pensó que alguien la había robado, pero no encontró la tierra revuelta, ni parecía que la hubieran arrancado, entonces trató de pensar en otra cosa.
Estuvo todo un año pensando en que había pasado. El día de la primavera, al año siguiente, la flor volvió a aparecer. Así, Candula descubrió que la flor tan importante, sólo florecía el día de la primavera. Por esta razón, esta flor era tan especial. Los habitantes de “Azul del Cielo” decidieron que cada año se elegiría a alguien para que la regara.
Así, Candula, se convirtió en una de las personas más importantes del pueblo.


Seudónimo: Frambu

AMOR DE DOS JÓVENES (A)

Érase una vez, una niña, llamada Can-Candé, ella caminaba todas las tardes con su madre Isaa. Vivían en la aldea Kapusottikay, cerca de un hermoso bosque llamado Ihcor. Can-Candé, era la niña más hermosa del pueblo. Sólo había vivido 8 temporadas de lluvia.
Mientras caminaban madre e hija siempre hablaban. Hablaban y hablaban. Se la pasaban hablando. Ése día Can-Candé le preguntó a su madre – Mami, ¿Qué sentís cuando estas enamorada?-
- Sentís como un cosquilleo, como si todo diera vueltas a tu alrededor, como… mariposas en la pancita, es magia el amor.- respondió su madre - ¿Por qué, mi amor? ¿Estás enamorada? ¿No sos un poco chica?-.
-Emm… no se si estoy enamorada, yo supongo que el bichito del amor ya me va a llegar, como te llegó a vos cuándo eras más joven- dijo Can-Cande, en voz más bajita que antes.
Pasaron 9 años, Can-Candé ya tenía 17 años y su próximo cumpleaños se aproximaba. A los 18, Can-Candé, como toda mujer Kapusottikay, se tenía que desposar. Así, ya las niñas pasaban a ser adultas y a poder trabajar en diferentes tareas, además de ayudar a los guerreros de la aldea con sus necesidades.
Can-Candé buscaba un pretendiente. Así fueron llegando muchos, pero el bichito del amor en el que ella creía desde chica, no llegaba.
Un día caminando por el bosque Ihcor, vio a un joven sentado en una roca. El joven tocaba su lira, un hermoso instrumento que sólo pocos sabían hacerlo sonar.
- ¿Cómo te llamas? – preguntó Can-Candé.
- Maudé - respondió el joven.
- Yo me llamo Can-Candé –
- Que hermoso nombre. Bueno Can-Candé, me tengo que despedir… pero mañana nos encontramos aquí a esta misma hora, ¿Dale?-
- Por supuesto- respondió la joven con muchísimo entusiasmo- Aquí estaré, no te fallaré-. Y diciendo esto los dos se despidieron.
Can-Candé caminó hasta su casa. Allí la esperaba su madre con la cena ya lista.
El padre de la joven había muerto hacía 10 años luchando en la guerra.
Can-Candé le contó a su madre lo que había sucedido, Isaa se alegró mucho por su hija. La joven sintió que el bichito del amor la había picado.
Al otro día, Can-Candé y Maudé se encontraron. La joven estaba muy nerviosa. Se sentó en una roca a peinar su larga y morocha cabellera. En eso se sintió una voz que decía:
- Viniste- dijo el joven.
- Claro que vine, no te iba a fallar- respondió la hermosa joven.
- Bueno, entonces hay que organizar más salidas- dijo Maudé.
- Bueno, ¿Tú vives aquí?- preguntó Can-Candé
- Sí, vivo aquí hace mucho, qué raro que nunca te vi – respondió Maudé.
- Es cierto, nunca te había visto-.
- ¿Tienes tu familia aquí?- dijo el joven.
- Sí, mi madre es la mejor tejedora del pueblo- dijo ella muy suelta- y mi padre es el mejor guerrero del pueblo, ahora está en su entrenamiento- dijo ya con un poco más de vergüenza por la gran mentira que estaba diciendo.
- ¿Tú no tienes ya edad de desposarte?- preguntó el joven.
- Sí, pero ningún pretendiente ha llegado-
- ¿Y… yo?- preguntó con soltura.
- Emm… no sé, ¿no te parece un poco pronto?- dijo la joven, esperando un no como respuesta, para poder casarse con él lo antes posible.
- No lo creo así, pero si tu piensas eso, no tengo más remedio que irme… pero si piensas lo contrario… ¿Quieres casarte conmigo?- dijo el mientras se ponía de rodillas.
- Sí- eso fue lo último que se escuchó, luego un largo beso de amor.
Y diciendo esto se pusieron a planear la boda. Querían algo muy simple, solo para la familia y amigos. Lo que Can-Candé, temía era que cuando ella le dijese la verdad sobre su padre, él se enojaría mucho. Isaa, se enteró de la mentira y le aconsejó que le dijera la verdad lo antes posible, que si la amaba la iba a entender.
Can-Candé corrió hasta donde estaba su prometido.
-Mi amor, tengo que decirte algo importante- dijo la joven muy agitada.
- ¿Qué es tan importante?- dijo el chico sin entender nada.
- Emm… yo no tengo padre, sólo fue una mentira- dijo Can-Candé esperando un enojo.
- Ya lo sabía, me lo contó tu madre Isaa- dijo el chico muy relajado- ¿Tú creías que iba a durar mucho?-
- Es que, no sé, desde el principio que te lo tuve que haber dicho, ahora ya está, voy a cancelar la boda- dijo ella con mucha decepción de sí misma.
- ¿Cancelar la boda? ¿Quién dijo eso? –
- ¿Ah, no?- se le llenaron los ojos de lágrimas- ¿Nos casamos?-
-Obvio que sí- dijo él con una sonrisa de oreja a oreja.
La boda, fue a orillas del río Semas muy cerca del bosque Ihcor.
Tuvieron dos hijas, Nicasa y Gali y un hijo, Dalí. Ellas buenas tejedoras y el buen guerrero y músico.

Seudónimo: Brookling

Pequeña égloga del hombre y la muerte (poema de estilo clásico ) (C) (Muerte)

Estaba el hombre sentado en su lecho
mirando hacia la nada blanca de la pared.
Sus piernas cruzadas estaban,
y su mente, rindiéndose a merced
de un destino rudo, siempre al acecho.
Vidas que por él cruelmente pasaban;
por él vivían, y de él comían
el plato amargo de la desilusión.
(Sin contar la ocasión
donde la felicidad se sobreponía).
Eran simple y llanamente vidas
con sus venturas y desventuras;
que tenían que ser vividas
sean éstas cómodas o duras

HABLA EL HOMBRE
Desdichado sea el día
en el que vine a este mundo fiero.
Más maldito el día de mi concepción.
¡Pero no deseo morir! Tan sólo quiero
que no se me pase tan rápido la vida.
Aunque algún día, con resignación,
Deberé irme de aquí.
Suplicando no gano nada,
tal vez una cachetada
comprobando que no hay nadie por allí.
Es una réplica sin fin
Estoy solo, pero acompañado
de mortales, que igual que a mí,
nos ponen en un impredecible juego obstinado.

Yo remito a un sujeto tácito, pero,
¿quién es ese sujeto?
¿Qué mano hay detrás de todo?
Dolorosamente reflexivo, me meto
en el profundo terreno del desespero.
No podrá ser de otro modo,
Sea como sea, bajo el impenetrable lodo
la realidad irreal funciona.
Sin embargo, muerte mandona,
¿no te contentás con ser poderosa,
que además debés demostrar tu poder
con nosotros, pobres mortales
que debemos pagar por tu deber?
Contestame, muerte laboriosa.

HABLA LA MUERTE
Callate, hombre, no sigas hablando.
Tu habla es tu perdición,
te lo dice una confidente
No hables a la sinrazón,
no acostumbres a ir rogando
a los ángeles prudentes.
¿Qué te sucede, mortal
que crees tener el derecho
de vagar por el mundo, deshecho,
culpándome de todo tu mal?
Ensuciando mi imagen gratuitamente,
cerrándote a la realidad
de que si yo no estuviera
menos existiera la gente

Yo soy la muerte, pero también la vida
Soy el silencio, pero también el ruido
Soy lo que permite que estés despierto,
y que estés dormido.
Mi buena reputación sea bienvenida
ya que no puede haber vivos sin muertos
Te preguntarás si es todo esto cierto
lo que me atrevo a decir, tan en mí confiada.
¿Quién puede ser más experimentada
en las cuestiones de nuestro universo?
Autoridad son mis versos
y llenos de ancestral sabiduría.
Pero, viendo que seguís disperso,
procedo a justificarlo con maestría

Pensá que la vida no tendría valor
si no fuera porque corta es
¿Quién valoraría algo que nunca acabara?
Nobles son las mentes en la vejez,
Que admiran a los años dorados con primor
¿Los admiraría si estos no terminaran?
Además, ¿quién te creés para matar?
Porque cuando vivís, estás matando,
ya que ocupás el lugar de alguien, conquistando
una empinada y azarosa pendiente.
Imaginá, sin hacia adentro mirar
si viveras eternamente.

¿No cometerías un cruel asesinato,
comiendo, bebiendo, durmiendo
en lugar de alguien más?
En el mundo no hay atuendos
para inmortales beatos (1)
Así que callate, no hables más.

(1) En este caso, se retoma el significado latino de Beatus, “feliz”
Seudónimo: Marrapodi

BELLA MAÑANA DE SÁBADO (C)

Bella mañana de sábado era aquella, la de un primero de junio del último año del siglo veinte, en la que doña Cata se levantaba, acompañada por el cantar de las avecillas. ¡Sí, era un nuevo día, otro día más en la vida de esta pobre jubilada! El milenio ya se estaba acabando, pero poco y nada le importaba esto a la vieja. Estaba sola, completamente sola en aquella casa que durante décadas había soportado todas las vicisitudes familiares. Sin embargo, desde la muerte de su marido, don Fernando Giprieto, unos años atrás, ni sus hijos ni sus nietos habían vuelto a visitarla. “¡Bah, qué justamente no es este día para amargarme!”, se dijo a sí misma doña Cata. Y a decir verdad, tenía razón.
Un primero de junio del año veintiséis de ese mismo siglo la señora Catalina había comenzado a existir, y ella no veía la razón por la cual no celebrarlo. No importaba que lo hiciera sola ni que nadie le cantara el cumpleaños, ¡sólo bastaba con que Fernando Bravo le mandara un saludito desde Radio Continental! Así que doña Cata se levantó de su cama, se calzó sus pantuflas y bajó las escaleras. Inmediatamente colocó la pava sobre el fuego de la hornalla, y seguidamente sintonizó la emisora.
Mientras el pancito se calentaba, doña Catalina comenzó a discar, como todas las mañanas, el número telefónico de la radio para dejar su mensajito. Debía hacerlo ni bien el reloj diera las nueve en punto, pues sería entonces cuando una multitud de señoras mayores “de anécdotas”, como decía Fernando, se abalanzarían sobre sus teléfonos para intentar escuchar la voz de su conductor favorito en el contestador automático de la radio. Se ve que se levantó con suerte, porque Cata logró que la atendieran al primer intento. O tal vez no era suerte: por ahí se debía a la agilidad que todavía tenían esos hábiles dedos de vieja costurera.
Una vez cumplido el objetivo, doña Cata subió el volumen de la radio para no perderse el saludito que le sería dedicado. Si bien la mañana estaba fresca, había amanecido completamente despejada, y la anciana se animó entonces a salir al jardín desde el cual, de todas formas, se podía seguir oyendo la radio. Fue entonces cuando por fin dijo buenos días su querido Fernando, y unas lágrimas amagaron a salir de los ojos de doña Cata como consecuencia de la emoción. Sin embargo, se contuvo y se dispuso a escuchar los saluditos especiales, sabiendo que en cualquier momento su nombre sería mencionado.
Casi doña Cata había logrado oír su voz preferida deseándole un feliz cumpleaños, cuando empezaron los gritos de esos vecinos insolentes. Y de hecho, gracias a las vociferaciones de esos inadaptados sociales que desde hacía un mes vivían al otro lado de la medianera, fue que Catalina se perdió de su saludito. Por todo discutían esos González. Para doña Cata, ellos constituían una pareja rarísima de seres insoportables, detestables y execrables que no le habían permitido escuchar el saludo de Fernando dedicado a ella. Más o menos, andaban por los treinta años, pero él, Julián González, era un poco más viejo que su esposa Rita. Y ambos pagarían por lo que le habían hecho, se dijo doña Cata.
De esta manera, la vieja Catalina, echando humo por las orejas, subió a zancadas a la planta de arriba para gritarle unas hermosas palabras a los González desde su balcón. En su apuro, casi se cayó en la escalera, pero finalmente consiguió llegar al segundo piso. Ya comenzaba a abrir la puerta de su pequeño balcón, que daba a la casa de los González, cuando volvió a escuchar los gritos, obviamente con la voz de Fernando Bravo como fondo, quien seguía transmitiendo. En esta oportunidad, Catalina aguzó el oído y se dio cuenta de que más que gritos esos sonidos eran alaridos, gemidos de dolor. Entonces cambió de idea. No se expondría a que la vieran en el balcón, de manera que corrió apenitas la cortina de la ventana más próxima, de forma que sus ojos pudieran ver lo que ocurría del otro lado de la medianera…
La escena de la que fueron testigos sus órganos oculares le resultó terrorífica a doña Catalina. Era bastante más de lo que su mente podía soportar, y como no estaba dispuesta a soñar todas las noches con un Julián González siendo asesinado por su esposa con un cuchillo, contando éste como única defensa con una pata de pollo y unos ravioles que tiraba a la cara de Rita desesperadamente, decidió cerrar la cortina y conformarse con escuchar. Entonces, los gritos se extinguieron, y la voz de Fernando Bravo volvió a ser lo único audible en el lugar. Doña Cata estaba nerviosa, nunca había imaginado que su joven y gritona vecina Rita fuera capaz de matar siquiera a una mosca. Intentando buscar alguna razón que explicase tamaña aberración, Catalina pensó: “Tal vez Julián se lo merecía. Total fue él con sus quejas el que no me dejo escuchar la radio”. Y entonces se acordó. ¡Sí!, ¿cómo podía haberse olvidado que Fernandito, los sábados, repetía dos veces los saluditos? Eso sí que no se lo pudo explicar, de manera que Doña Cata bajó al primer piso y subió el volumen.

Seudónimo: Honroso Ricardo

viernes, 30 de octubre de 2009

UN NUEVO PRESENTE (C)

La niña del vestido blanco andaba graciosamente por el dorado jardín. Buscaba cansinamente una florcita azul entre los verdes matorrales, bien crecidos gracias a la importante humedad de la zona. Daba continuamente pequeños respingos, salía de un arbusto, se erguía y se zambullía en otro. Sin embargo, dicha flor no aparecía.
Pensó la niña en correr hacia su madre, para que ésta la asistiera en su empresa. Pero inmediatamente abdicó, recordando que hacía tiempo que su madre no aparecía por ningún lado. Los responsables adultos que la cuidaban le habían dicho que se había ido a un país lejano y extraño, y que volvería en unos meses repleta de las más variadas y exquisitas golosinas para ella.
Podría haber reclamado la atención de uno de estos hombres, sí. Pero la niña sólo confiaba en su madre. Por ende, desde que se había ido pasaba sus días en el jardín, observando cómo la naturaleza nacía, crecía, se movía y se moría delante de sus ojos; sin hablarle a estos niñeros ni pretender ningún tipo de relación de cariño con ellos.
Enojada y sintiéndose impotente, la niña estuvo varios días sin desear hacer nada. Sin embargo, la idea de la flor azul persistía en su mente, rebotando dentro de ella y tentándola a retomar la búsqueda. Finalmente, la tentación ganó.
Como daba por descartado que dicha flor se encontraba dentro de los límites del jardín, sin miramientos saltó la valla de madera y empezó a recorrer las angostas calles de tierra del vecindario. Era una mañana fría y húmeda de octubre; había llovido intensamente el día anterior y los caminos estaban repletos de charcos y lodo todavía fluido.
Las horas pasaban, y más jardines aledaños eran revisados por aquellos ojos curiosos de miel. Por un instante – seguramente menor a una décima de segundo – se preguntó si la estarían buscando. Como era de esperar, su inmaculado espíritu infantil la hizo despreocuparse, y olvidarse del tema.
Los cuerpos de agua comenzaban a dorarse por el sol que se ocultaba, y la niña se alejaba cada vez más de su casa. Sólo reclamaba una flor azul, al menos una, para saciar un profundo sentimiento nostálgico de tiempos pasados. Sin embargo, cruelmente la realidad le impedía hallarla.
Al mismo tiempo que la luz natural iba siendo reemplazada por el inexpresivo brillo del alumbrado público, el tránsito se hacía más pesado en la calle por donde caminaba. Asombrada, veía pasar a esos monstruos de ojos refulgentes y respiración de dragón como ligeras saetas, que cortaban y agitaban el aire, confundiéndola. Indestructibles gigantes se erguían a lo lejos, rodeados de bruma y adornados con luces en todo su cuerpo.
Comenzó a recorrer intrépidamente las calles de aquel mundo que apenas conocía, yendo de un lado para el otro de forma aleatoria. Finalmente llegó a una parte donde no había monstruos de ojos de fuego. Sintiéndose más segura, decidió quedarse por allí.
Una marea de gente fluía en ambas direcciones de la senda peatonal, sistemáticamente. El ambiente estaba profundamente contaminado por el ruido, y por un aire malo que hacía toser a la niña. Ese lugar era realmente incómodo, no se veía planta alguna por ningún lado (salvo por árboles penosamente estacados y colocados sobre el concreto), por lo que razonó que estando allí no llegaría a ninguna parte.
Buscó la salida, algún camino corto que la condujera fuera de ese pequeño infierno. Sin embargo, sus pasos le habían conducido tan lejos que ya era incapaz de volver por sí misma. Asustada, quiso llorar, clamando su atención a la gente, pero estaba demasiado cansada como para elevar su voz, por lo que se limitó a que se le escapara una lágrima.
Podría haber pedido la ayuda de alguien, para regresar a su casa o al menos ir a algún lugar en donde pudiese seguir buscando su objetivo, pero su timidez la vencía. En cambio, se limitó a sentarse en un asiento público a esperar que todo se resolviese por sí solo: ella era muy pequeña, los adultos se encargaban de solucionar las cosas complicadas.
No obstante, no pasaba nada. De tanto esperar y de tanto estar inmóvil, la niña se quedó dormida, en un sueño profundo en donde tenía a su lado miles de flores azules; un sueño donde se encontraba en los brazos de su mamá, que dulcemente le cantaba canciones de cuna y la arropaba con una ligera manta. A partir de entonces, debido a una profunda intuición, o tal vez un razonamiento subconsciente, supo al despertarse que su madre nunca volvería. Aunque dicha realidad era difícil de procesar, la tenía extraña y naturalmente asimilada, como quien se acostumbra de pequeño a vivir en la calle.
Como ya se mencionó, niña se sentía y estaba cansada, y con esfuerzo se levantó del firme asiento. Le llamó la atención la ausencia de gente, ya que la calle peatonal estaba casi completamente vacía y desolada, en contraste con horas (seguramente fueron horas) atrás. “Será el momento de jugar a las escondidas”, pensó.
Se había olvidado de que la razón de su despertar era la mano del hombre que se encontraba a su lado, que delicadamente se había posado sobre su hombro. Dicho hombre llevaba, además de una llamativa prenda naranja, una expresión extraña, fronteriza entre la preocupación y la sorpresa.
Se fue la niña caminando lentamente de la mano de aquel hombre colorido, que – estaba segura de ello – la llevaría a su casa. Vio en su mirada una expresión rígida y inmutable que le recordaba a su padre, en quien no pensaba desde hace mucho, principalmente por la necesidad de olvidarlo.
Ambos se metieron en lo que ella creía que era el estómago de una bestia, e hicieron el recorrido inverso al que ella había hecho a pie para llegar hasta allí. A mitad de camino, pararon en una comisaría, en donde el policía reportaría el hallazgo. Al rasgarse el cuerpo del monstruo (o abrirse la puerta izquierda, es lo mismo), los ojos de la niña pudieron encontrar a lo lejos al codiciado tesoro: iluminada por el farol de la entrada de la construcción, pequeña pero llamativa, se hallaba una flor de lino azul.
Corrió inmediatamente hacia ella, tropezándose continuamente. Se sentó en el césped, y con un placer semejante al que experimenta un sediento beduino al vaciar una tinaja con agua, la arrancó y se la llevó bajo la nariz.
Sentada sobre su antiguo bastón, la anciana recordaba el momento en el que había conocido a su querido esposo. Volvía a vivir la hermosa experiencia de verlo frente a ella, vestido de forma elegante y con una florcita azul en la mano. Un recuerdo que ya se perdía entre los tantos olvidos de aquel nuevo presente.

Seudónimo: Heydar Aliyev

MALDITA PERFECCIÓN (B)

Cuando era chica siempre me gustó bailar. Me encantaba moverme al ritmo de la música –de cualquier tipo- mientras me divertía y me reía. Por esos días, era solo un pasatiempo. A lo largo de los años se convirtió en algo más que solo un pasatiempo.
Estoy caminando por las calles, hace mucho tiempo que no volvía a casa. Había tenido un sueño muy raro, donde una mujer esquelética me hablaba. Ella solo me susurraba: -¿Vas a abandonar todos tus sueños? ¿Todo lo que lograste? Ser princesa no es fácil. Lo que ahora parece un sacrificio, va a ser el mayor logro de tu vida. La perfección está cerca, solo depende de vos. No me abandones. Nunca serás perfecta si lo haces.
Esas palabras revolotearon mi mente toda la mañana. Sabía a que se refería. Sabía quien era esa mujer. Ella tenía razón. Cada día estaba más cerca de la perfección, tenía que perseverar.
Suena el teléfono. –Mamá…- antes de que pudiera terminar de hablar, ella empezó a gritar. –¿Dónde estás? ¿Qué estas haciendo?- Ella siempre tan sobreprotectora. –Estoy bien. No me pasa nada. No entiendo por qué te preocupás tanto. - Desde que saliste del hospital, es necesario vigilarte. No le tengo fe a los doctores, y menos a vos.
-Mirá, no importa, estoy bien, OK? Chau.
Era complicado hablar con mi madre. Ella y su sobreprotección interfieren TODO EL TIEMPO. Ella solo quiere lo mejor para mí… Pero ella no sabe que es lo mejor para mí.
Llegué al estudio, cansada como siempre. Para colmo, tenía que soportar al coreógrafo y su mal humor de todos lo martes. El ‘ensayo’ (si así se le puede llamar a una hora y media de pliè y rèleve) se pasó muy lento. A veces me cansaba tanto él, pero era el jefe, él mandaba.
La gente me dice que me tomo muy a pecho mi ‘trabajo’, pero es que AMO lo que hago. Y en lo que hago, hay que ser princesa. Solo hay bailarinas hermosas y perfectas.
Llegué a mi casa, mi mamá me esperaba. -¿Qué pasa ahora…?
-Encontré todo el desayuno y el almuerzo en la basura. ¿Creés que no me iba a dar cuenta que volviste a hacerlo? –Estaba enojada- Me cansé de todo, te vas!
-¡No te alteres! ¿No entendés que soy bailarina clásica? ¡Es por trabajo!
-Estas enferma psicológicamente. No sé para qué te eduqué si al final sos como cualquiera de esas tontas superficiales. ¡Pensé que ya no tenías esos problemas!
-Sos la menos indicada para hablar de esto,¡y lo sabés!
-Cuándo tenía tu edad, no tenía a nadie que me diga que estaba enferma. Desde los 7 años te digo que no te tomes todo tan a pecho. Además, no entiendo, ¿Por qué volviste a la misma historia, al mismo círculo vicioso?
-1ro: no estoy enferma, es mi manera de vida. 2do: Y no es un círculo vicioso.
-Me cansé de vos. Te amo pero no lo puedo soportar. Por favor, andate
Me fui hacia la casa de mi papá. Siempre que discutía con mi madre iba allí. – ¿Pá?
-Pasa Agus, ¿que pasó? ¿Otra vez discutiste con Bianca?
-Ella y sus locuras. Pasame un cigarrillo.
Mi padre era uno de los peores padres del mundo, según todas esas revistas tontas para padres. Para mi era el mejor.
-Vos sabés que mientras vos estés feliz, yo lo estoy. Pero la vida no se trata de solo danza, cigarrillos y no comer, ¿Sabías?
-Si me estás queriendo decir que me consiga un novio o una amiga, lo siento, pero es imposible. Estoy demasiado loca para la gente normal. Y no voy a dejar de fumar, es la única forma para ocultar el hambre.
-Lo de fumar es otro tema, vos ya sos mayor, tenés que tomar tus propias decisiones. Y no creo que estés loca, solo no te abrís a los demás.
-Como sea, me voy a dormir. Buenas Noches.
Al otro día me levanté, y todo siguió normal. Y al otro, y al otro. Siempre peleando con mi madre, que continuamente me llamaba enferma. Y con mi padre, que es el único que me acepta como soy. Cada vez comía menos, se sentía genial volver a como era antes, la perfección se acercaba. Cada día la balanza marcaba un número menos, y tan solo eso me daba fuerzas para seguir. Aunque el espejo no me devolvía la imagen que yo quería, estoy segura que pronto podré verme y sonreir. Mi vida continuó rutinariamente hasta el 11 de octubre.
Era como cualquier día normal, me levanté. Ese día me sentía un poco mal. Veía todo negro. Comí. Poco pero lo hice. Probablemente me arrepintiera. Pero prefiero que la culpa me torture a desmayarme y que mi madre me interne de nuevo.
El ensayo como siempre. Estábamos practicando unos jetés, nada nuevo. Lo único que me acuerdo es que salté, caí y sentí el frío piso bajo mi piel.
Estaba en el hospital. Mi madre me miraba preocupada. Ya sabía lo que venía.
-Sos una estúpida! Te dije que no hicieras nada, te podrías haber muerto! Ya es la segunda vez que pasa!
-Estoy bien, mamá, estoy bien.
-¿Es lo único que sabes decir?
Entró el doctor y le dijo a mi madre que mantuviera la calma. Mi madre solo dijo:
-Ahora, la interno acá, y hasta que no vuelva como una persona normal NO SE VA DE AQUÍ. No importa cuánto tenga que pagar.
Mi madre dijo eso y se marchó. No sé qué iba a hacer.
Me pasaba los días en el hospital. Noelia es mi compañera de habitación. Ella no entendía como es que me negaba a comer. Ella era muy madura para su edad. Tenía apenas 12 años, pero se comportaba como una adulta. Me dijo que sufría de Progeria, una enfermedad de envejecimiento prematuro, y que en cualquier momento se podía morir, y que por eso aprovechaba cada día de su vida. Me dijo que era muy estúpida al querer ser perfecta, porque la perfección no existe. Que solo disfrute de la vida, que me estaba destruyendo. Bah. Qué sabe ella.
Obviamente, me seguí negando a comer, o si como, lo vomito. Nada cambió. Todos los días trato de escapar. Ayer fue un día de esos, y obviamente fallo.
Pero hoy, 20 de octubre, fue diferente. Decidí vestirme y salir por la puerta principal. Cuando crucé aquella puerta corrediza sentí la libertad. Me sentí…feliz, supongo. Pero la libertad no siempre es buena. No lo era. Y luego de la felicidad, vino la tristeza. Se me cruzaron las palabras de Noelia. Ella tenía razón. A los dos segundos, estaba en el piso. No podía respirar. Maldita libertad. En ese momento entedí que todo lo que pensaba que era perfecto me estaba destruyendo. Maldita perfección. Pero fue demasiado tarde.
Lo único que sabía es que estaba de nuevo en la habitación, y me estaban haciendo miles de cosas que no entendía. Mi madre lloraba. Mi padre también. De repente, fui perdiendo el conocimiento.
La vida te enseña muchas cosas, de cada error que se comete algo se aprende. Lamentablemente, yo aprendí de todos mis errores tarde. Perdí mis sueños, mis padres, mi pasión. Perdí mi vida.
Luego, cerré los ojos, y me sumí a un sueño profundo. Uno del cual nunca me iba a despertar.

Seudónimo: Jennifer Wilson

JAVIER (C)

La cabeza sobre el escritorio situado frente a la ventana que daba al mar. Una taza de café ya fría y a medio tomar a su lado. Así lo encontré, así lo encontré a Javier.
Él ya sabía que se le iba a terminar, no era ningún tonto; sabía descifrar cualquier indicio que la vida le presentaba frente a sus pupilas. Yo siempre dije que éstas adquirieron su expresión tan particular durante años y años agobiándose por el intenso brillo de la luz en los relojes.
Sí, Javier era relojero, pero no era uno cualquiera. Tenía un proyecto. Él soñó toda su vida con crear un reloj de sentimientos. Así, uno podría hacer que un mal día terminase en un abrir y cerrar de ojos y que uno bueno nunca llegase a su fin. También se podría parar el tiempo, pasarlo en cámara lenta e incluso se podría volver atrás; pero con una condición: no cambiar absolutamente nada. Su fin era totalmente melancólico y noble: revivir hermosos momentos. Así fue como mi antiguo compañero de juegos dedicó sus años a crear este reloj.
En un principio se lo notaba apasionado, revitalizado, lleno de vida como nunca antes, con ganas de saltar en charcos y tararear la cumparsita. Sin embargo, esa llama se empezó a desvanecer poco a poco, al igual que el brillo en su mirada, pues su proyecto no llegaba a ningún resultado alentador. Pero él nunca se dio por vencido; era un soñador y, como buen soñador había aprendido a no dejar morir la esperanza. Pasó décadas y décadas armando y desarmando minuciosamente su reloj, tratando de hacerlo andar; como era de esperarse, se obsesionó. No hacía otra cosa que no fuera trabajar en su reloj y darse siempre contra la misma pared.
Hace seis meses, le diagnosticaron metástasis: cáncer por todo el cuerpo, un cáncer bien adentro. Lo fui a visitar al hospital y ahí fue cuando lo vi, su mirada había cambiado. Estaba totalmente apagada. Ahí fue cuando me di cuenta.
Me senté a su lado y él, con cierto esfuerzo, colocó el reloj en el que tanto había trabajado en mi mano, me miró y me dijo:
- No funciona y nunca funcionará. Invertí toda mi vida en él sólo para darme cuenta de que los buenos momentos son el condimento de la vida, el condimento que nos ayuda a digerir los malos; pero son sólo eso, momentos. No podemos perdernos tratando de revivirlos, porque es imposible; hay que aprender a disfrutar de los nuevos que se nos hacen presentes en el día a día. No cometas el mismo error que yo.
Tomé el reloj y cerré el puño bien fuerte, me despedí, y cuando estaba por cruzar la puerta lo oí:
- ¿Qué loco no?, tantos relojes y siento que las horas no pasan, tantos relojes y se me está acabando el tiempo.
No volteé a mirar y me fui de allí.
El médico le había diagnosticado que el cáncer era terminal y unos días después, en el hospital fueron tan bondadosos y corteses que lo dejaron irse a morir a su casa frente al mar.
Un domingo, el reloj que él me había obsequiado (que marcaba la hora atrasada y no había manera de arreglarlo, no al menos para mí) se paró, dejó de funcionar. Fui entonces a visitarlo y ahí lo encontré: con la cabeza sobre el escritorio situado frente a la ventana que daba al mar. Una taza de café ya fría y a medio tomar a su lado. Así lo encontré, así lo encontré a Javier.
El reloj ahora descansa en lo hondo del océano, fuente de asombro y fascinación de mi antiguo compañero de juegos. El reloj ahora descansa en lo hondo del océano, donde no reinan ni el cáncer, ni el dolor, ni el tiempo.

Seudónimo : Sueños de un hombre despierto.