martes, 20 de octubre de 2009

ABISMO (B)

Al fin ha terminado de llover, pero ahora la oscuridad me inunda. El cielo se apaga antes mis ojos, ya no sé qué pensar. La tierra vibra bajo mis pies y las sombras me siguen ocultando. Lo recuerdo, aún lo recuerdo, ese día el sol se apagó y me dispuse a caminar, sin un rumbo fijo, sin un verdadero objetivo, pero jamás hubiera pensado a dónde llegaría.
Todos los días salía a caminar por mi viejo barrio, recorría los viejos pasajes de un pueblo muerto, observando una y otra vez, como si fuera la primera ocasión que pasara por allí. Mis ojos ya no veían bien, y mi rostro comenzaba a fatigarse por mi edad, nuca pensé que pasaría lo que me pasó. Era un día igual a cualquier otro, caminé por donde siempre, comenzando mi recorrido por la vieja casa de mi tío José. Ah! Mi tío José, tantas fueron las travesuras que me ayudaste a hacer en mi amada juventud, sobre todo a mi titilla, la Carla, Ah! Vieja renegada, siempre me retabas por todo, pero yo te quería mucho, siempre estabas ahí cuando me lastimaba mis rodillas o mi brazo andando en bicicleta. Si, aún te recuerdo…
Mi pequeño viaje diario continuó, ese día parecía igual a todos los anteriores, pero había algo más, tal vez una fragancia especial en el aire o sólo que el sol había decidido pintar un hermoso pincelazo de luz sobre las casas del barrio, un barrio muerto, pero que ese día parecía estar vivo…
Mi viaje siguió, observaba todo detalle, los pequeños cardenales en las copas de los árboles, picoteando de aquí para alla, ¡oh! Y allí una liebre, no, ¡un conejo!, que hermoso estaba el barrio ese día, el barrio esta muerto, pero ese día estaba vivo…
Mis pies me encaminaron una ves mas hacia un viejo lugar conocido, si, la casa de Pablito. ¡Ah! Pablito, mi amigo de la infancia, si tan solo supieras donde estoy ahora… tu casa… aún la recuerdo, con esa mecedora tan cómoda en tu porche y esas tejas rojizas, con las ventanas rectangulares pintadas de blanco…¡Y mirá ahí! La vieja ventana que rompimos jugando con nuestra pelota…si nos habremos comido castigos y gritos… Pablito sí, aun te recuerdo…
Seguí caminando, este viaje había echo de mi ¡un viejo feliz!, continué andando y comencé a disfrutar un poco más, mi cadera ya no estaba tan rígida, hasta ¡pensé que podría arrojar mi bastón!, pero no, ya me veía solo en las viejas calles de lodo del barrio con una pierna fracturada si me llegaba a caer…Caminé y caminé, nunca con tanto entusiasmo, a ver que podría volver a ver ahora, a pesar de que lo veía todos los días, ese día…ese día era todo diferente. Seguí avanzando, arrojé mis anteojos, sentía que podía ver y no me equivocaba, mis arrugas desaparecían, mi espalda se enderezaba de nuevo, tal vez, era todo mi imaginación, pero así me sentía. Y por fin llegué, a un lugar que todos los días veía, el cual hoy era otra cosa… Comencé a mirar de arriba hacia abajo. Una chimenea color azulada, unas tejas ordenadas disparejamente y una pequeña puerta de madera…si, era mi casita, ya me imaginaba a mi viejita saliendo con la comida, gritando:
_ ¡A comer Hijitos a comer!

Ya casi lo podía ver, a mis hermanitos corriendo entre mis piernas, dando vuelta alrededor mió, jugando y riendo. Yo intentaba tocarlos, al menos para recordar el calor de sus rostros, pero se desvanecían, sentía que soñaba…
De repente los niños y los viejos conocidos del barrio salieron a las calles a vender, a jugar a contarse chismes y reírse…sentía que era uno mas, sentía que se miraba a lo lejos y me veían, y yo me acercaba a saludarlos, pero me atravesaban como fantasmas, no se enteraban de mi presencia, pero yo era feliz de volver a estar en donde había estado hace mucho… Y fue entonces, cuando alguien apagó la luz…
El cielo comenzó a oscurecerse, la gente que hace dos segundos caminaba a mi lado desapareció, las agudas risillas de los niños se desvanecieron y los cantos de los trabajadores cesaron y me empecé a sentir viejo de nuevo… echaba de menos mis gafas, no podía ver casi nada y las sombras me cubrían, entonces, el oscuro cielo comenzó a llorar…Allí me vi sumergido en un abismo sin fin en el cual no había salida, el aire comenzó a faltarme y el cielo chillaba y chillaba en forma de rayos, ¿Por qué? –Pensaba yo- ¿Qué ha sido de todo lo que veía?, ¿Que ha sido de mi vida?, sentía que mi alma se consumía y mi corazón se calmaba, como deseando tomarse un descanso, como diciendo que ya ha trabajado mucho, ¿Ese era el fin?, y lloraba y de mis ojos caían tristes lágrimas y caían en el suelo como si fueran otro gota más de agua que caía del cielo, hasta que… en un momento, mis viejos ojos divisaron un destello, un destello que al principio sólo fue una chispa, pequeña, pero que comenzó a agrandarse y agrandarse y agrandarse…entonces divisé un sitio, un lugar oscuro, que parecía no tener salida pero cualquier lugar era mejor que donde estaba. Entonces me dispuse a caminar mi último recorrido, despacio e inseguro, caminé e ingresétemblando a una especie de cueva, una cueva muy extensa, oscura y húmeda. No hubiera dudado en volver a atrás, pero sentía la necesidad de seguir esa luz que destellaba y destellaba…algo me impulsaba, debía seguir caminando, solo un poco más… sentí que ya estaba allí que estaba por alcanzar la luz, ya casi al final de la cueva, pero algo lo evitó.
El sitio se iluminó y mis ojos sorprendidos comprendieron que me encontraba en un gran salón blanco y majestuoso, con enormes columnas doradas y con piedras preciosas decorando cada uno de los detalles del salón. Miré a mi alrededor, y logré divisar, las más grandes y hermosas pinturas que jamás humano hubiera visto algunas vez, con la pintura más profunda y delicada, cuyos colores brillaban como un rubí, al rojo profundo, tal como el amarillo que despliega el sol . Me miré, y me encontraba vestido por hermosas telas, sentado en una gran mesa, donde se servía un banquete de las más variadas y exquisitas delicias, entonces, miré hacia arriba y escuché una voz:

_ ¿Y, Roberto, ahora lo entiendes? – dijo Dios desde lo alto -
_ Si, señor… ahora lo entiendo.

Seudónimo: "Snoopy"

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